La multidimensionalidad de la seguridad
En la agenda del siglo XXI centrada en el desarrollo humano y la seguridad de nuestros pueblos, los Estados siguen siendo los actores centrales de la seguridad y la defensa. En el marco de la integración, el concepto de seguridad cooperativa es mucho más funcional que el concebido para enfrentar las amenazas tradicionales.
En ese contexto histórico y en la convicción de la necesidad de construir consensos para delinear una política pública en la materia, fue que el Ministerio de Defensa propuso el proyecto “La Defensa Nacional en la Agenda Democrática”. Este Programa cuenta con el valioso apoyo del PNUD y fue lanzado por decreto del Presidente de la Nación.
Con espíritu plural, convocamos a académicos, expertos, especialistas civiles y militares a debatir los principales ejes de esta problemática, sin esquivar ningún tema, por más espinoso que pudiera parecer.
Las conclusiones de la primera etapa del proyecto ya fueron publicadas y en la segunda ampliamos el debate a foros regionales del país.
En ese mismo marco organizamos este Seminario Internacional que abrimos hoy con personalidades nacionales y extranjeras a quienes agradezco su invalorable participación.
Como Ustedes saben vivimos tiempos de cambios y desafíos en la región y en el mundo que impactan sobre la problemática de defensa nacional de los distintos países. Ésta es una evidencia inapelable.
Por eso con este seminario nos propusimos abrir un rico intercambio de ideas sobre las manifestaciones de lo que se denomina la multidimensionalidad de la seguridad.
Es sin lugar a dudas un tema de gran complejidad. Y a veces ante fenómenos muy complejos conviene volver a la esencia como primera guía de acción.
Es decir, detenernos en la esencia de lo que somos, en aquello en lo que creemos, en los valores y principios que nos identifican y nos permiten – en el respeto de las diversidades – reconocernos y comprendernos.
Yo diría que hay principios rectores en los que nos podemos identificar: El sostenimiento de la democracia como régimen político, la consolidación de la paz, la promoción y defensa de los derechos humanos, la cooperación entre países desde lo institucional para abordar una agenda común del siglo XXI.
Argentina suscribe estos principios y América del Sur comparte esos valores, así como el objetivo político de alcanzar el bienestar de nuestros pueblos, integrarnos a nivel subregional y lograr una responsable y digna inserción internacional.
Pero claro, no basta con declamar esos valores. Debemos ser capaces de sostenerlos en la acción y para eso hace falta más que la voluntad de un gobierno de un país en un momento dado de su historia.
Hace falta darle forma a una arquitectura político-institucional que se sostenga, más allá de los mandatos temporales, de forma eficaz y transparente.
Y para eso, a nuestro entender, debemos tener muy en cuenta que los Estados siguen siendo los actores centrales de la seguridad y la defensa. Por supuesto que a los temas clásicos se han sumado fenómenos transnacionales.
Concordamos en que esta problemática es multidimensional, polifacética y excede la esfera exclusivamente militar. Esto se refleja en los múltiples foros regionales, sub regionales y bilaterales de los que nuestros países participan, y que sirven de espacios de consenso para la agenda del siglo XXI centrada en el desarrollo humano y la seguridad de nuestros pueblos.
Y cuando digo que los Estados son los actores centrales, creo pertinente recordar que en la Conferencia Especial de Seguridad en México en octubre de 2003, quedó claro que la arquitectura institucional a nivel hemisférico debe contemplar las peculiaridades de cada región, subregión y de cada Estado.
Lo cierto es que no todos los países manejamos el mismo concepto de seguridad ni tenemos leyes equivalentes en esta materia.
Por ejemplo, la Argentina adhiere al concepto de seguridad dado por Naciones Unidas. Y ante la última Asamblea General, el Presidente Kirchner señaló que el valor seguridad no es sólo un concepto militar sino que “reconoce como previo un escenario político, económico, social y cultural”.
Las leyes argentinas vigentes son claras respecto de la división de competencias en lo referente a la Defensa Nacional y la Seguridad Interior, estableciendo las responsabilidades de cada institución frente a cada tipo de problema.
Además, digámoslo con franqueza: Sin perder de vista la gravedad de todos los nuevos desafíos, cada país pone el acento en lo que considera como más amenazante o más urgente para su Nación y su pueblo.
En cuanto a la defensa en su enfoque clásico, Argentina asume los principios del Derecho Internacional como la solución pacífica de las controversias y la no intervención en asuntos internos de un estado soberano.
Participamos en misiones de paz que actúan bajo el mandato de la Organización de las Naciones Unidas, donde queda de manifiesto nuestro compromiso con el multilateralismo como única forma de alcanzar consensos efectivos, legítimos y duraderos en el plano internacional.
En ese espíritu que identifica a nuestra política exterior y de defensa, se inscribe nuestra presencia militar en distintas partes del mundo como en Chipre, donde participamos desde hace once años.
La misión más reciente que integramos es la de Estabilización de las Naciones Unidas para Haití, iniciada a mediados de 2004.
Esta misión, que combina fuerzas de varias naciones latinoamericanas y es la única en nuestro continente, demuestra la voluntad de convergencia entre nuestros países en una acción multilateral concertada para asistir a otro país de la región.
Es decir, estamos hablando de un avance en materia de cooperación militar, que se manifiesta en distintos aspectos actuando como multiplicador de la capacidad defensiva de cada país y del conjunto.
Uno de esos aspectos lo constituye la agenda anual de ejercicios militares combinados que, por primera vez en nuestra historia, tiene una Ley Marco para regular el Ingreso y Egreso de Tropas.
Estas acciones de convergencia en el plano militar también encuentran su correlato en emprendimientos conjuntos con fines productivos, que nos permiten potenciar la investigación y desarrollo de proyectos duales científico tecnológicos.
Pero el espíritu, y yo diría la evidente necesidad de cooperación regional, va más lejos.
Desde Argentina apostamos fuertemente a la integración que debe servirnos para enfrentar mejor los problemas y desafíos que se nos presenten. Y no tenemos dudas de que para lograrlo, el concepto de seguridad cooperativa es mucho más funcional que el sistema de seguridad concebido para enfrentar las amenazas tradicionales.
El concepto de seguridad cooperativa implica un sistema donde se establecen mecanismos de prevención de conflictos que crean entre los socios un ambiente de confianza posibilitando progresivas acciones combinadas.
El Tratado de Tlatelolco, el de No Proliferación Nuclear, el de Prohibición de Ensayos Nucleares, la Convención de Armas Químicas y la de Armas Biológicas, la Convención de Destrucción de Minas Antipersonal cuya última etapa la Argentina ya completó, marcan hitos en el camino de la Seguridad Cooperativa.
También intensificamos los Mecanismos de nivel político como las Reuniones de Ministros de Defensa de Sudamérica y del MERCOSUR Ampliado, las Reuniones 2+2 con los Cancilleres, el Comité Permanente de Seguridad COMPERSEG con Chile, el Mecanismo de Análisis Estratégico con Brasil y la Comisión Permanente de Seguridad con Bolivia.
En materia de confianza mutua y transparencia, tenemos la intención de avanzar en acuerdos bilaterales o multilaterales en toda América Latina, desarrollando la estandarización común para la medición de gastos en Defensa, así como lo hicimos con Chile, bajo la supervisión de la CEPAL, el año pasado. Estos acuerdos y mecanismos, sumados a las experiencias de las Cumbres como la de México y la Sexta Conferencia de Ministros de Defensa de América realizada en Quito, son el resultado de un gran esfuerzo de diálogo y concertación en materia de política internacional y de defensa.
Y en gran medida gracias a esta toma de conciencia de la necesidad de cooperación, dejamos atrás la casi totalidad de nuestros viejos conflictos interestatales y se observa en la región una mayor estabilidad.
Inclusive hoy los especialistas coinciden en definir a América Latina como la zona de mayor estabilidad estratégica interestatal en el mundo. Y es cierto. Tan cierto como que todavía nos quedan asignaturas pendientes.
Asignaturas centrales como afianzar nuestras democracias, mejorar la calidad institucional, consolidar la estabilidad política, económica y social de nuestras naciones. Una mejoría en cada una de esas áreas redundará indefectiblemente en una mayor seguridad para la región.
En materia de terrorismo internacional, Argentina lo condena firme y absolutamente. Antes de los aberrantes atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos y de Atocha, la Argentina fue víctima de dos ataques terroristas.
Hace casi exactamente trece años –el 17 de marzo de 1992- sufrimos la voladura de la Embajada de Israel, y el 18 de julio de 1994 el terrorismo volvió a golpear en Buenos Aires con el atentado de la sede de AMIA y DAIA dejando 85 víctimas fatales. Han pasado muchos y penosos años, pero la Argentina está dando señales claras de cambios concretos. Desde el Ejecutivo, el Presidente Kirchner puso a disposición de la justicia toda la documentación existente en la SIDE.
Por otra parte, en el Legislativo se prevé el tratamiento de la ratificación de la Convención Interamericana de la OEA contra el Terrorismo y el Convenio Internacional de la Organización de las Naciones Unidas para la Represión de la Financiación del Terrorismo.
Perfeccionemos todos nuestros recursos. Capitalicemos el vivir en una subregión en paz. Reforcemos los consensos para hablar con una sola voz clara que sea escuchada.
Aprovechemos esos logros para una mayor cooperación en materia de defensa y seguridad, y para la construcción de un entorno de confianza y estabilidad en Argentina, la subregión y el Hemisferio.