Tres condiciones para la construcción de un espacio regional de ganancias mutuas

Sin inversiones productivas, especialmente en el marco de cadenas de valor transfronterizas, será difícil que se generen en forma estable los beneficios que puedan esperarse de un proceso de integración, explica Félix Peña en su último trabajo.


Reflexionar sobre las condiciones que permiten desarrollar procesos de integración
en espacios geográficos regionales, de manera tal que generen un cuadro previsible de
ganancias mutuas para los países participantes, tiene hoy fuerte relevancia práctica.

La tiene por cierto en Europa. Y la tiene en especial en América del Sur. La
transición del Mercosur hacia una nueva etapa con perfiles institucionales y métodos de
trabajo aún inciertos, acrecienta la necesidad de pensar cómo se pueden diseñar, en base a
la experiencia adquirida y capitalizando los activos acumulados, estrategias y metodologías
de integración que permitan generar beneficios que sean percibidos como ventajosos por
los distintos países y, en particular, por sus ciudadanos.

No será fácil. Desde que fuera creado en 1991 se han acumulado experiencias y
activos que tienen valor, por ejemplo en términos de accesos preferenciales relativamente
garantizados a los respectivos mercados y de una incipiente integración productiva. Incluso,
por momentos, el Mercosur llegó a ser percibido como algo exitoso. Se notaba entusiasmo.

Pero también se han acumulado muchas frustraciones. Ellas se originan en las
propias dificultades de un emprendimiento de trabajo conjunto que requiere combinar
muy distintos intereses nacionales en un contexto de numerosas asimetrías, en especial de
dimensión económica relativa. Forzoso es reconocer, sin embargo, que tales frustraciones
también pueden explicarse por una relativa tendencia a producir hechos mediáticos –
en su momento calificados como “históricos” por los respectivos protagonistas- que
han terminando generando la imagen de una especie de “integración de escaparate”
(parangonando la expresión de “modernización de escaparate” que utilizara en su momento
el recordado Fernando Fanjzylber), en la que las apariencias parecerían predominar sobre
las realidades. Frustraciones que pueden explicar la indiferencia e incluso el rechazo de
la idea de integración regional por sectores a veces amplios de algunos de los respectivos
países. Fenómeno éste, por lo demás, que también se manifiesta –aunque no siempre por las
mismas razones- con distintas intensidades en países miembros de la Unión Europea.

La reflexión sugerida precisa ser realizada teniendo en cuenta el contexto de los
profundos cambios que se están operando a escala global (Newsletter, mayo 2012: http:/
/www.felixpena.com.ar/index.php?contenido=negociaciones&neagno=informes/2012-
05-tendencias-inciden-gobernabilidad-global). Y también requiere colocar al Mercosur
en el marco de la arquitectura institucional de la región sudamericana (la UNASUR), del
espacio regional latinoamericano (la ALADI y el SELA), y del más amplio de América
Latina y el Caribe (la CELAC). Articular las acciones de cooperación regional que puedan
desarrollarse a través del mosaico de instituciones existentes, es hoy una de las prioridades
que reconocen los propios países que las integran. Es una articulación que en una visión
idealizada podría evocar a las matrioskas rusas, en el hecho de caber una dentro de otra y, a
la vez, cada una reflejar una realidad distinta en sus matices y dimensiones.

Son muchas las condiciones que pueden ser necesarias para la construcción de un
espacio regional signado por las ideas de integración y de cooperación, esto es, de trabajo
conjunto entre naciones que lo conforman. Son condiciones que resultan, en particular, de
algunos rasgos centrales de este tipo de emprendimientos multinacionales, tales como, el
carácter voluntario de la participación de cada nación –nadie obliga a nadie a ser miembro
de un determinado acuerdo de integración-; la gradualidad en el sentido que los objetivos
perseguidos, especialmente los más ambiciosos, pueden requerir mucho tiempo para
ser alcanzados e, incluso, quizás nunca se los alcance plenamente; y la adaptación a los
continuos cambios operados en las circunstancias que condujeron al momento fundacional.

Pero en el caso del Mercosur, en su momento actual de fin de una etapa y de
tránsito hacia una nueva aún no definida con precisión (Newsletter, julio 2012, en: http://
www.felixpena.com.ar/index.php?contenido=negociaciones&neagno=informes/2012-07-
futuro-mercosur-tras-cumbre-de-mendoza, y el artículo del autor mencionado más abajo en
la sección Lecturas Recomendadas), tres parecen ser las condiciones que se requerirán a fin
de dar un salto hacia una construcción más flexible pero sólida y eficaz, con potencial de
captar el interés ciudadano por su capacidad de generar ganancias mutuas para cada uno de
los países participantes, teniendo en cuenta las diversidades que los caracterizan.

Tales condiciones son: la estrategia de desarrollo y de inserción internacional
de cada país participante; la calidad de institucional y de las reglas de juego, y la
articulación productiva de alcance transnacional.

Parecería recomendable que estas tres condiciones estén presentes en el necesario
debate nacional que cada país interesado en continuar siendo miembro o en incorporarse
como nuevo país miembro, debería estimular a fin de definir con solidez las estrategias y
las metodologías de la nueva etapa del Mercosur.

El trabajo conjunto entre naciones que comparten un espacio geográfico regional,
especialmente si se expresa a través de acuerdos e instituciones con objetivos ambiciosos
y de largo plazo como es el caso del Mercosur, supone que cada país participante sepa
lo que necesita y lo que puede obtener al asociarse con los otros. Esto es, que tenga una
estrategia de desarrollo y de inserción internacional, elaborada en función de sus propias
características internas y de los objetivos valorados por la respectiva sociedad. Estrategia,
por lo demás, que no se limitará a la región. Hoy más que nunca, dada la multiplicidad de
opciones que todo país tiene, cualquiera que sea su dimensión, es en el plano de objetivos
de alcance global en el que deben colocarse los perseguidos en el plano regional.

Cómo se elabora tal estrategia y se expresa su contenido, es algo que depende de
cada país. Lo concreto es que la construcción consensuada de una región multinacional,
cualesquiera que sean sus objetivos, modalidades y alcances, se hace a partir de lo nacional
o sea, de lo que le interesa a cada país participante. En tal sentido, se ha señalado con razón
que los países se asocian en el plano regional no a partir de hipotéticas racionalidades
supranacionales, sino de concretas y a veces de patéticas racionalidades nacionales.

Sin inversiones productivas, especialmente en el marco de cadenas de valor transfronterizas, será difícil que se generen en forma estable los beneficios que puedan esperarse de un proceso de integración, especialmente aquellos de mayor impacto social por sus efectos de creación de fuentes de empleo y de identificación de los ciudadanos con la idea de región compartida

(fragmento)

*Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria. 

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Félix Peña