Libre comercio, ¿asignatura pendiente del Mercosur?

Tras más de dos décadas, la región sigue sin mostrar consensos en cuanto al alcance del Mercosur.


Pero lo que es aún peor, tampoco en la definición básica de lo que implica el libre comercio.

En el año 1991 el Mercosur decidió conformar un mercado común con la previa implementación de una zona de libre comercio y una unión aduanera, metas que tras 26 años de historia no han podido ser alcanzadas plenamente por los miembros. En los hechos, el bloque conformó una zona de libre comercio con limitaciones, especialmente por la exclusión de algunos sectores como el automotor y azucarero, no ha podido conformar una unión aduanera debido al nivel de excepciones y mucho menos ha implementado un mercado común.

Debe reconocerse que tras los cambios de gobierno registrados en Argentina y Brasil, de cierta forma se fue consolidando la idea de que el Mercosur iniciaba una nueva etapa. Un acercamiento del gobierno de Macri con Uruguay tras el levantamiento de algunas medidas impuestas por los gobiernos kirchneristas y la rápida solución del conflicto con Venezuela colaboraron con dicha percepción. Asimismo, el dinamismo impuesto a las negociaciones externas sumó aun más expectativas, las que se reflejaron en los avances adjudicados a la negociación entre el Mercosur y la Unión Europea.

Debido a una serie de acontecimientos registrados en los últimos meses, una vez más cabe preguntarse si el Mercosur está finalmente en una nueva etapa, o si los lobbies nacionales siguen observando a la región y al mundo con una lógica proteccionista.

 

El cuestionamiento encuentra justificación si se repasan algunas de las políticas o medidas aplicadas por todos los miembros del Mercosur en los últimos meses. Por el lado de Brasil, destacar las amenazas vinculadas con la aplicación de cuotas al sector lácteo y la más reciente prohibición de las importaciones de estos productos. Por el lado de Argentina, el mantenimiento de las licencias a las importaciones en algunos sectores, mientras que Uruguay aplica la tasa consular al comercio regional. Por otra parte, haciendo uso del régimen de excepciones nacionales del Mercosur, Paraguay otorga preferencias comerciales a Taiwán de forma unilateral.

De todas las medidas comentadas cabe detenerse en la más reciente, la prohibición impuesta por Brasil a la importación de lácteos desde Uruguay. Una primera observación tiene que ver con los formalismos, siempre ausentes en el Mercosur. De hecho, el gobierno brasileño no llegó a formalizar la decisión a través de un comunicado oficial por las vías diplomáticas correspondientes, sino que la noticia comenzó difundirse por la prensa uruguaya una vez se conoció la declaración del ministro de Agricultura de Brasil. A través de la diplomacia del WhatsApp, pronto se supo el supuesto desconocimiento del asunto por parte del canciller brasileño.

Más allá de las particularidades e informalidades de las comunicaciones, a lo que se le debe adicionar la falta de claridad en el sustento del reclamo presentado por Brasil, lo único claro del asunto parece ser la confirmación de que el Mercosur no inició una nueva etapa y sigue operando con una visión del libre comercio que nada tiene que ver con la realidad internacional actual.

Frente a este nuevo desafío, en primera instancia el gobierno uruguayo debe negociar con Brasil el levantamiento inmediato de la medida. De no registrarse avances, se tendrá que activar el sistema de solución de controversias del Mercosur o el de diferencias de la OMC, ya que la aplicación de medidas espejo nunca es la mejor opción para una economía pequeña. Uno de los riesgos que enfrenta dicha posibilidad, es que lamentablemente Uruguay no ha cumplido cabalmente con las normas regionales y recomendaciones de la OMC en los últimos tiempos, especialmente por la aplicación y reciente suba de los niveles de la Tasa Consular.

Otro aspecto a tener en cuenta es conocer qué objetivo busca Brasil con esta prohibición. Podría tratarse de un nuevo impulso para obtener el mismo resultado que con Argentina, país con el cual se definieron cuotas en este sector por acuerdo entre particulares. Se trata de un camino muy riesgoso, ya que Uruguay no puede perder el legítimo libre acceso que posee en el Mercosur, pero mucho menos debería hacerlo sin obtener nada a cambio.

En este escenario, no parece lógico que Uruguay siga sin convocar una reunión urgente de cancilleres para plantear una reformulación del Mercosur. Debemos aceptar que las realidades evidencian la necesidad de debatir la zona de libre comercio actual y olvidar la implementación de la unión aduanera y el mercado común. Este camino no implica abandonar la negociación conjunta con la Unión Europea más allá de las dificultades recientes, pero sí habilitaría a los miembros a negociar de forma individual con otras economías.

Es a esta altura una obligación otorgarle mejores condiciones de acceso a los sectores productivos nacionales, tanto en la región como en extrazona. Son dichos mercados lo que muestran más dinamismo comercial en aquellos productos de mayor competitividad exportadora en Uruguay, pero en los que a la vez se enfrentan desventajas de acceso con respecto a los competidores.

Tras más de dos décadas, la región sigue sin mostrar consensos en cuanto al alcance del Mercosur. Pero lo que es aún peor, tampoco en la definición básica de lo que implica el libre comercio. lEl Oservador.

 

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Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la misma Universidad. Doctor en Relaciones Internacionales e integrante del Sistema Nacional de Investigadores

Ignacio Bartesaghi