La viabilidad de un despegue exportador

Las nuevas condiciones cambiarias por las que atraviesa la economía argentina desde mediados de 2002 hen generado un mejor horizonte para la mayor parte del sector exportador argentino, tanto en términos de productos y de empresas con posibilidades exportadoras, como de posibles mercados de destino. Sin embargo, las asignaturas pendientes en el plano de la gestación de un nuevo clima favorable a la inversión y la estabilidad de las reglas de juego son aún numerosas. Lo señalan Gustavo Svarzman y Ricardo Rozemberg en su trabajo “El escenario post convertibilidad y la viabilidad de un despegue exportador: un análisis de los condicionantes macro y microeconómicos”.


Las nuevas condiciones cambiarias por las que atraviesa la economía argentina desde mediados de 2002 han generado un mejor horizonte para la mayor parte del sector exportador argentino, tanto en términos de productos y de empresas con posibilidades exportadoras, como de posibles mercados de destino.

No obstante ello y aún suponiendo la estabilización del tipo de cambio real en un nivel similar al actual (un 50/60%) más alto que el promedio de los '90, es preciso tener en cuenta que las posibilidades de una expansión sostenida y sustentable de la capacidad exportadora se encuentran condicionadas por la dotación de recursos físicos, la oferta de infraestructura y la existencia de factores productivos aptos para la producción de bienes transables-exportables.

Sin perder de vista la relevancia de las cuestiones vinculadas con el ciclo de la demanda externa y el acceso a mercados (identificación de nichos relevantes para los exportadores argentinos, mejora en condiciones arancelarias para el ingreso a de-terminados mercados, desarrollo de actividades promocionales, etc.), los temas vinculados con la mejora cuantitativa (ampliación y modernización de la actual capacidad productiva vía inversiones, tecnología y mejoras en la productividad) y cualitativa (mejor articulación hacia adentro de las cadenas productivas, reducción de costos internos, incremento de la productividad de los factores, etc.) de la oferta exportable adquieren una creciente relevancia, tanto a los efectos de contribuir a transabilizar bienes que actualmente son sólo potencialmente transables (entre ellos, buena parte del segmento PyME, como para generar mayores posibilidades de inserción exportadora.

De este modo, tanto las mejoras en las condiciones de acceso a mercados externos para productos que ya forman parte de la oferta exportable nacional como la detección de nuevas oportunidades de negocios vinculados con la exportación cobran especial relevancia en tanto y en cuanto sean entendidas como medios para facilitar la atracción y el desarrollo de nuevas inversiones en sectores transables-exportables.

En este marco y con el viento a favor que se deriva de los nuevos precios relativos post Convertibilidad (sustancialmente más propicios para el desarrollo de los sectores transables y/o intensivos en trabajo que los prevalecientes a lo largo de los '90), el actual nivel de exportaciones (U$S 25.400 millones para 2002, con una estimación de U$S 29.000/30.000 millones para 2003) podría efectivamente incrementarse en los próximos años a partir de la recuperación de posiciones perdidas en mercados regionales durante la última parte de los años 90, de un mejor uso de la capacidad productiva instalada, de la maduración plena de inversiones e innovaciones desarrolladas en años precedentes, e incluso de un mejor aprovechamiento de algunos recursos naturales.

Pero aún en un escenario de este tipo, o suponiendo que no se produjeran cambios importantes en los precios internacionales de las principales commodities exportadas por Argentina, no parece muy plausible suponer que dichos factores podrían por sí mismos inducir un despegue sustentable en las ventas externas mucho más allá de los U$S 30.000/32.000 millones anuales.

En ese sentido, y más allá del importante aporte que el sector externo puede efectuar a fines de acelerar y consolidar el actual proceso de reactivación económica, el mejor uso de las capacidades productivas existentes y la recomposición del tejido microeconómico (fortalecimiento de las redes locales de clientes y proveedores de grandes firmas, desarrollo de eslabones ausentes de las cadenas de valor, mejora en la articulación productiva y comercial interempresarial, etc.) la Argentina no parece tener hoy en día muchos más bienes para exportar que los que ya exporta, cualquiera sea el tipo de cambio real, y las políticas comerciales propias y de los principales socios comerciales.

Dicho de otro modo, si las exportaciones argentinas representan actualmente el 0,4% de los intercambios mundiales (y aún menos en el segmento de las manufacturas), resulta por demás evidente que las oportunidades (o los mercados potenciales) para incrementar sustancialmente dichos montos existen. Y que más allá de algunos sectores y mercados especificos -fundamentalmente en el sector agropecuario-, los obstáculos a la expansión de nuestras ventas externas están mucho más vinculados a las restricciones o debilidades de la oferta propia, que a problemas en el lado de la demanda.

Paralelamente a ello, mientras que la existencia de rigideces del lado de la oferta limita fuertemente la posibilidad de una expansión cuantitativamente relevante de las ventas externas, el terreno parece presentarse más favorable en el campo de algunas ramas del segmento PyME industrial y agroindustrial. Y si bien el impacto macroeconómico esperado de un fenómeno de este tipo sería sin duda limitado, su contribución al mejoramiento cualitativo del patrón exportador nacional -tanto en términos de generación de empleos e innovación tecnológica como de distribución del ingreso y de fortalecimiento del tejido microeconómico- no debería ser menospreciado.

En cualquier caso, la negociación de mejoras en las condiciones de acceso a mercados externos para productos nacionales puede ser un esfuerzo en vano si en paralelo a ello no se generan las capacidades productivas necesarias para poder aprovechar eficaz y sostenidamente tales posibilidades -que por otra parte, tienen de corriente un costo en materia de reciprocidad arancelaria o comercial-.

En ese marco, y más allá del balanceo de sus limitaciones, debilidades y fortalezas -cuestión que ameritaría un trabajo específico- si el salto exportador de mediados/ fines de los '90 fue una consecuencia directa de la oleada de inversiones generada en los años precedentes, el agotamiento de dicho impulso hacia fines de la mencionada década genera un claro signo de interrogación respecto del futuro inmediato del sector externo argentino, cualquieras sean las políticas cambiaria y comercial.

En este sentido, diseñar y desarrollar políticas tendientes a generar un ambiente propicio para la inversión y la identificación de oportunidades de negocios vinculados con los mercados externos en nuevos o viejos sectores dinámicos, aprovechando a tal efecto las nuevas posibilidades que se derivan tanto de los precios relativos post Convertibilidad como de las capacidades microeconómicas generadas a lo largo de las décadas pasadas, aparece como el gran desafio para los próximos años, en su carácter de condición necesaria para lograr un nuevo salto exportador.

A este respecto, pocas dudas existen acerca de que si la salida de la Convertibilidad ha implicado algunos beneficios ex ante en materia del aumento de la competitividad-precio para algunos sectores, las asignaturas pendientes en el plano de la gestación de un nuevo clima favorable a la inversión, a la toma de decisiones estratégicas por parte de los agentes, al desarrollo de redes microeconómicas y a la innovación tecnológica, tanto en el plano macroeconómico como en los temas vinculados a la calidad de los bienes públicos y la estabilidad de las reglas de juego son aún numerosas.

MABC