LA LUCHA POR LA SALUD

La Medicina está avanzando en el mundo. La tasa de innovación tecnológica en este campo es muy elevada. Desde robots realizando partes de operaciones quirúrgicas, hasta las infinitas aplicaciones de la reconstrucción del mapa genético que permitirá trabajar sobre genes defectuosos en forma preventiva. Todo ello significa más esperanza de vida. Pero la salud, como lo plantea la OMS, no surge solo de lo que pasa en la consulta médica. El deficiente acceso a los bienes básicos es determinante.


La falta de una nutrición adecuada (800 millones de personas), el déficit de agua potable (700 millones), la falta de instalaciones sanitarias adecuadas (más de 2000 millones), la falta de electricidad (1400 millones), el desempleo continuado, la baja educación, las viviendas precarias, los efectos del cambio climático y la polución sobre los más vulnerables son determinantes. Las elevadas desigualdades inciden pesadamente en el muy deficiente acceso a estos bienes básicos.

Algunos ejemplos concretos de cómo funcionan los determinantes sociales:

La desnutrición, y la malnutrición de la madre y el niño llevan a una estatura menor. Las mujeres indígenas guatemaltecas se hallan entre las más bajas del mundo. Sucede lo mismo con las de otros países centroamericanos. También las de muchos países africanos han perdido estatura. Ella es un predictor de salud. Las personas altas viven más años y tienen menos problemas cardiacos y respiratorios.

Los pobres suelen ingerir “comida rápida” barata portadora de grasas ultra saturadas que tapan las arterias, y bebidas gaseosas en gran cantidad, repletas de azúcares. Sus ingresos no les permiten acceder a una dieta saludable. Todo ello afecta su peso, y está aumentando velozmente la proporción de niños y adultos obesos en América Latina, y otras regiones. Hay una epidemia de obesidad en general, pero los porcentajes son aún más altos en los pobres.

La OMS ha lanzado una gran campaña para reducir el consumo de las grasas ultra saturadas y las bebidas azucaradas. Estados enteros en EE.UU., como Filadelfia y diversas ciudades aprobaron en las últimas elecciones referéndums para el aumento de los impuestos sobre estas bebidas y otras medidas que bajen su consumo. La Universidad de California, con 24000 empleados, eliminó totalmente las bebidas azucaradas de todo su ámbito. En México, que tiene altísimos niveles de sobrepeso (casi 80%), y obesidad infantil (33%), y el mayor consumo per cápita de bebidas gaseosas del mundo, se está librando una batalla por reducirlo, contra el poderoso lobby de intereses que lucran con ellas. En un remitido público la OMS exige se suba más su precio porque: aportan el 70% de los azúcares añadidos, uno de cada dos niños contraerá diabetes por su incidencia, 96000 personas mueren al año por diabetes, y hay 75000 amputaciones por año por ella. El alza del impuesto bajó ya el consumo en bebidas no saludables en un 6% en 2014, y en un 8% en 2015.

Mejorar la salud en América Latina exige invertir más en la materia, incorporar los avances tecnológicos, hacerlos accesibles a los pobres, pero ello no agota la cuestión. Es fundamental actuar sobre los determinantes sociales de la salud, en un Continente con casi un tercio de su población en pobreza, y librar las luchas para reducir la malnutrición y la obesidad, y mejorar la calidad alimentaria.

 

(*)    Integrante del Consejo Directivo del Alto Panel Mundial de Seguridad alimentaria. kliksberg@aol.com

 

 

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