La cooperación regional en un mundo que cambia

Las actuales circunstancias imponen prioridad a algunos cursos de acción entre los países de América del Sur. Medidas de confianza recíproca, y un denso tejido de intereses cruzados, que permitan impulsar una cooperación regional renovada. Es una cuestión central del reciente informe de la CEPAL sobre la inserción internacional de América Latina y el Caribe. Un debate intenso, con participación de múltiples protagonistas y en particular de los empresarios, puede contribuir ahora a traducir las recomendaciones de la CEPAL en acciones concretas, señala el Dr Félix Peña (*) en su último newsletter.


El impulso a la cooperación regional implica construir sobre lo ya adquirido. Más que objetivos ambiciosos difíciles de concertar y de alcanzar en las actuales circunstancias, la realidad parece imponer la necesidad de reconocer diversidades y diferencias, de capitalizar experiencias y activos provenientes de cincuenta años de experiencias de integración regional, y de poner el acento en algunos ejes prioritarios tales como los que enuncia la CEPAL en su informe.

Desarrollar un clima de confianza recíproca entre los países del espacio geográfico sudamericano e impulsar una cooperación regional renovada, especialmente aquella que permita incentivar la proliferación de redes empresarias transnacionales y la integración productiva, parecen ser dos cursos de acción prioritarios que las actuales circunstancias imponen en América del Sur. Ambos están vinculados entre sí. Uno alimenta al otro generando un círculo virtuoso entre confianza recíproca y densidad del tejido de intereses cruzados.

Tales circunstancias son la resultante de los efectos sobre la región de la crisis financiera y económica global. Pero resultan en especial de las profundas transformaciones que se están operando en la distribución del poder global, con sus impactos en la competencia económica global y en las negociaciones comerciales internacionales. Son transformaciones que probablemente demandarán tiempo en madurar. Nada indica que ello será la resultante de procesos lineales. Cabe recordar al respecto que en la historia larga transformaciones profundas y guerras han estado estrechamente vinculados, como nos lo recuerdan Ronald Findlay y Kevin H.O’Rourke en su fascinante libro “Power and Plenty. Trade, War, and the World Economy in the Second Millennium”, Princeton University Press, Princeton and Oxford 2007.

Son, además, transformaciones estructurales que están generando gradualmente un amplio abanico de oportunidades para cada uno de los países de la región, cualesquiera que sean su dimensión económica y su poder relativo - tanto en términos de comercio exterior como de flujos de inversiones productivas y de conocimientos técnicos -. Pero a la vez pueden generar diferencias de perspectivas sobre cómo aprovecharlas e, incluso, con respecto a las lecturas que predominan sobre sus reales alcances e impactos.

En este contexto, el desarrollo de un clima de confianza recíproca entre los países sudamericanos, surge como un curso de acción prioritario en la región. La pregunta principal a responder es: ¿es posible construir un espacio geográfico regional en el que predomine la lógica de la integración sin que exista una base de confianza recíproca mínima entre los países vecinos? En base a la experiencia histórica Jean Monnet, el inspirador de la integración europea, sostenía que no. De allí que propuso un plan orientado a generar solidaridades de hecho, especialmente entre Francia y Alemania, como sustento de un clima de confianza que permitiría luego desarrollar el camino que condujo a la Unión Europea.

La pregunta es válida hoy en nuestra región considerando, además, los cincuenta años transcurridos desde que los países sudamericanos – más México, un convidado no previsto originalmente – iniciaran con la creación de la ALALC sus procesos de integración. Desde entonces la trayectoria ha sido sinuosa. Lo retórico ha ganado a veces a los resultados concretos. El objetivo procurado de una región integrada y funcional a los objetivos de desarrollo de sus países sigue sin lograrse plenamente. Quien tiene que adoptar decisiones de inversión productiva en función de los mercados ampliados, tiene razones para desconfiar de las reglas que inciden en el comercio recíproco (ver al respecto este Newsletter, del mes de abril de 2009).

Precisamente la necesidad de desarrollar una plataforma de confianza recíproca entre los países sudamericanos ha sido una cuestión de notoria relevancia en la reciente Cumbre de la UNASUR (Bariloche, agosto 28, 2009) (ver el texto de la declaración conjunta de la Cumbre de Bariloche, en http://www.comunidadandina.org/unasur/28-8-09bariloche.htm). Al más alto nivel político, los Jefes de Estado de los países sudamericanos pusieron de manifiesto – en vivo y en directo gracias a la acertada decisión de transmitir la sesión por la televisión, tal como ocurriera antes con la Cumbre del Grupo Río en República Dominicana – las conocidas diversidades existentes en la región, pero también diferencias de perspectivas y de enfoques. En parte ellas reflejan disonancias conceptuales y no sólo de intereses nacionales.

La cuestión específica que estuvo en el centro de la agenda de esta Cumbre extraordinaria, fue la de la utilización por parte de los EEUU de bases militares en territorio colombiano como resultante de un acuerdo bilateral. Pero el debate permitió apreciar los múltiples desdoblamientos que derivan de los alcances regionales de las agendas de seguridad de varios de los países. Son desdoblamientos que reflejan un grado significativo de desconfianza recíproca sobre visiones e intenciones. De allí que la resultantes prácticos de la Cumbre fueran, por un lado, el procurar la preservación de un espacio de diálogo multilateral sobre problemas de interés común – en este caso los vinculados con la seguridad nacional y regional – y, por el otro, iniciar el camino hacia el establecimiento de mecanismos eficaces de verificación de hechos que puedan precisamente generar la desconfianza recíproca.

En todo caso, la Cumbre de Bariloche fue un espejo de la realidad. Y ese es uno de sus méritos. Por cierto que puso de manifiesto algunas de las múltiples fracturas existentes en América del Sur. Pero, a su vez, dejó la sensación de protagonistas que reconocen los límites que impone un tejido cada vez más denso de todo tipo de intereses cruzados. Lo acordado puede ser considerado tímido. Pero fue lo posible y bien desarrollado podría ser un paso en la buena dirección.



Texto completo en www.felixpena.com.ar





(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank , y del Módulo Jean Monnet y del Núcleo Interdisciplinario de Estudios Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.

Félix Peña