La clave de la salida a la crisis de 2001

Ocho años después, las claves de la salida argentina a la crisis de 2001 cobran un interés inusitado para el mundo, lo que se explica por las similitudes entre las causas que desencadenaron ambos episodios, señaló el presidente de la Fundación Garantizar el Desarrollo. José Ignacio de Mendiguren, explicó en su intervención en el debate “La posición argentina frente a la crisis”, que el eje estuvo dado en aquel momento, por implementar políticas que evitaran a toda costa el parate del sector productivo.


A partir del derrumbe sin precedentes de los mercados bursátiles de todo el planeta en la última parte de 2008, y el deterioro paralelo de las cifras de comercio y de actividad industrial de los países centrales, Argentina se colocó curiosamente como una fuente de consulta. No es exagerado decir que no hay antecedentes de una debacle tan severa como la que Argentina vivió sobre el final de 2001, con un corralito financiero inédito en el mundo, recesión, desempleo, amenaza de remates, disturbios callejeros, un pueblo endeudado en dólares a pesar de que sus ingresos seguían contabilizándose en pesos, más un poder político absolutamente debilitado: cinco presidentes desfilaron en el curso de una semana.

Ocho años después, las claves de la salida de aquella crisis cobran un interés inusitado para el mundo, lo que se explica por las similitudes entre las causas que desencadenaron ambos episodios. “En Argentina nos habíamos enamorado de la magia financiera, y lo que explotó en 2001 justamente fue ese desacople entre la economía real y la economía financiera –recordó José Ignacio de Mendiguren- Del mismo modo, lo que explotó ahora fue el modelo económico mundial, donde las subprime fueron solamente una expresión, donde había una suerte de “casino” mundial (generado) entre todas las bolsas mundiales que funcionaba las 24 horas y donde sólo el 5% de las transacciones que se realizaban se llevaban a cabo sobre bienes y servicios”.

El dirigente industrial resaltó que este divorcio de las finanzas con la economía real ocurrió a expensas de la ideología que dio en llamarse globalización, “que lo que se hizo fue consagrar el poder económico, empresario y sectorial”. Al tiempo que se instalaba el concepto de “aldea global” y de “ciudadanos del mundo”, las grandes corporaciones se convirtieron en jugadoras casi excluyentes para empresas medianas y pequeñas en todos los rubros. “Los fuertes se apropiaban de los mercados y no permitían a los demás que utilizaran las herramientas que les había permitido alcanzar esa posición, y de esa tarea se encargó la OMC”, disparó el empresario. La década pasada este organismo internacional demonizó a distintas herramientas de política industrial en países periféricos, aunque siguieron gozando de su visto bueno en EE.UU. y otros países centrales sobre todo en el área agrícola, donde los productores mostraban debilidades sustanciales frente a sus pares de naciones emergentes. Al mismo tiempo, dicha globalización encontró en el Fondo Monetario a su “pata financiera” ideal, necesaria para “disciplinar a las economías a través de la asistencia financiera o no a los países, para que respondieran a la estrategia de la globalización”, recapituló De Mendiguren.

A la luz de aquella experiencia que De Mendiguren vivió de cerca como ministro de la Producción del entonces presidente Eduardo Duhalde, cabe tener en presente cuáles fueron los rasgos distintivos que tuvo la recuperación de Argentina en 2001 a la hora de pensar una camino de salida para la crisis de hoy. Una de ellas, afirmó, fue la conciencia de que nada podía ser igual. “Aquella vez quedó de manifiesto que la convertibilidad no tenía un problema financiero sino de insolvencia porque Argentina ya no podía producir nada, solamente el pago de los intereses de la deuda se llevaban el 50% de las exportaciones y el déficit fiscal era igual al previsional; eran tan obvias las cifras que era claro que el modelo debía cambiar y que no se venía a corregir la convertibilidad ni se buscaba una nueva magia económica ni maquillajes de ningún tipo, sino que había que propiciar un cambio de paradigma”, agregó.

La otra característica fundamental de la salida de la crisis de 2001 fue que todas las medidas que tomaron las nuevas autoridades tuvieron como eje rector poner en marcha rápidamente a los sectores productivos porque “en 2002 el peor costo era que el país parara”, sostuvo De Mendiguren. De esa forma, se evitaron muchos remates de viviendas y de diferentes maquinarias y equipos de producción para mantener la actividad gracias a que prevaleció la conciencia de que “todas las crisis empiezan a revertir una vez que la gente cree que lo peor pasó y empieza a producir”, indicó el presidente de Fundación Garantizar. Allí es donde hoy día se enciende la luz de alarma porque ese convencimiento de que cuando un sistema económico colapsa lo prioritario es establecer nuevas normas que revitalicen la economía, no es lo que está pasando hoy en el mundo. “No veo que esto se esté haciendo –lamentó- No se duda en salvar al Citi, pero sí a General Motors. ¿Cuál es el verdadero activo de un país, los bancos que realizan una tarea de intermediación financiera, o la productividad de su economía? Creo que estos últimos son los verdaderos activos de un país”, opinó.

En cambio, el aspecto negativo que tuvo la recuperación de Argentina a partir de 2002 fue que una vez afianzado el crecimiento –pacificadas las instituciones y motorizada la economía-, no se dio el salto necesario hacia la transformación y el país volvió a quedarse estancado, como lo muestran distintas variables desde hace meses, incluso antes de que estallara la debacle mundial. “No utilizamos el superávit para financiar la incorporación de tecnología ni para el fomento a las Pymes”, reconoció De Mendiguren. A ese escenario sobrevino la pelea con el campo en marzo de 2008 y las trabas a las exportaciones agroalimentarias, dejando como resultado que el impacto de la crisis mundial no se haya mitigado en la medida en que Argentina hubiera podido hacerlo, porque el crecimiento que había registrado su PBI a lo largo de los últimos 5 años le daba plafón para lograrlo. Ahora, la contienda electoral que se aproxima adiciona una nueva complicación, y sin duda hará que los debates por la búsqueda de consensos y por un reposicionamiento estratégico con Brasil no se cuenten entre las prioridades del gobierno, aunque De Mendiguren confió en que ese momento vendrá después de los comicios. De no pasar así, el precio de diferir una vez más los debates necesarios será alto. “Una vez pasadas las elecciones hay que tener un plan –alertó De Mendiguren- Si no se recupera la confianza, será difícil salir rápido de la crisis porque el argentino tiene mucha gimnasia en esto de replegarse y esperar en tiempos de incertidumbre, y si no se produce un hecho distinto, un cambio fuerte, la salida de la recesión se va a demorar”.
SM