En el Mercosur se puede pensar en territorio común compartido

A diferencia del Mercosur, donde existe la posibilidad de pensar en territorio común compartido, nuestra frontera en el NAFTA está dominada por la idea de asimetría que es irresoluble. Desde lo productivo, algunos proyectos de integración agroalimentaria existen entre EEUU y los estados norteños de México, afirmó el profesor mexicano José de J. Sosa López en entrevista con Mercosurabc.


En el marco del encuentro organizado en el mes de junio por el CeSPI y la Universidad de Quilmes, con la colaboración de Paradiplomacia.org, el director general del Centro Desarrollo Institucional de la Vida Pública (DIVIP) de México, se refirió en una entrevista a los casos de integración productiva, que sólo se dan en la frontera norte del país, y a las diferencias entre el proceso del Nafta y del Mercosur.

¿Puede hacer alguna reflexión sobre integración productiva, cadenas de valor interfrontrerizas, que es lo que estamos trabajando en el Mercosur? ¿Cómo se encaran las diferencias entre el Mercosur, América Latina y México?

El tema es muy interesante porque en los últimos años se han dado varios esfuerzos a partir del paradigma de las cadenas productivas. Es decir, de estos eslabonamientos en los que se pretende que una industria trate de integrar todas sus etapas a través de la integración de las empresas de diferente tamaño. Esto de los eslabonamientos productivos es una política que, en el caso de México, ha tenido una especie de claroscuros, generando una sensación agridulce porque hay sectores agroalimentarios que han tenido un éxito relativo (sobre todo el maíz) que han logrado vincular mercados a ambos lados de la frontera.

¿Estamos hablando de la frontera norte?

Es así. Es importante ver cómo ciertos granos que se producen en el norte de México, -en el estado fronterizo de Sonora-, tienen una contraparte importante en los estados fronterizos de Nuevo México y Arizona, que a su vez están eslabonados con estados ubicados al norte en EE.UU., en el medio oeste, que son estados cerealeros. Y donde se ha logrado una sinergia interesante en términos de estas cadenas productivas, es decir, son referencias que pasan por la identificación de actores públicos y privados que están dispuestos a colaborar.

Y también ha habido una complementariedad casi biológica porque las especies de choclo al sur y al norte son diferentes, y de una forma u otra, tienden a mercados diferentes. Entonces las insuficiencias o los excedentes de una zona, son cubiertos por los excedentes o insuficiencias de la otra.

Pero también tenemos situaciones, por ejemplo, en la frontera sur de México, donde a pesar de haber grandes potencialidades entre México y Guatemala para producir conjuntamente una serie de productos agrícolas o productos semi manufacturados, las barreras institucionales o incluso las culturales, han impedido este eslabonamiento productivo. Los problemas fundamentalmente son percepciones diferenciadas de los actores gubernamentales y una muy clara falta de voluntades o de intereses comunes entre los productores mexicanos y los centroamericanos.

Entonces, esta idea de los eslabonamientos productivos es una idea muy buena, pero que tiene tanto experiencias exitosas, como fallidas. Mi perspectiva personal es que hay dos ingredientes que parecen claves en la articulación de las cadenas productivas: El primero, y que sin duda es el más importante, es la existencia de un mercado interno. A lo mejor no le podemos llamar estrictamente un mercado de exportación, pero sí que es cierto que cuando ciertas industrias se vinculan en estos eslabonamientos, el hecho de que va a haber operaciones denominadas en diferente moneda, representa un estimulo poderosísimo. No tengo una razón clara de por qué sucede esto porque al final de cuentas parece ser el factor clave, esto dice que no hay eslabonamientos productivos al interior de cada país, pero ahí parece ser que obedece más a una lógica de la propia industria o intra firma, que a una lógica de carácter regional.

El segundo factor, que sin duda alguna es importante, es un elemento de liderazgo. La mayor parte de los casos exitosos se dan cuando hay un líder empresarial, político, o una empresa o un organismo que hace las veces de articulador, resolutor de conflictos, de definidor y redifinidor continuo de la agenda de la cooperación. Eso entonces significa que cuando vienen estas distorsiones que los economistas llaman externalidades, -por ejemplo las variaciones en el tipo de cambio o el sobrepeso de una legislación sanitaria como la que se comentó en la ponencia Inocuidad y la Sanidad Vegetal y Animal- estos actores que ejercen el liderazgo se encargan directamente de involucrar al actor que no está incorporado, pero que tiene ese poder de exclusión, de decisión para la cadena productiva. En ese sentido es interesante ver cómo la existencia de ese mercado exterior y la existencia de un liderazgo se constituyen en los factores claves.

Eso, en términos de procesos de gestión, se ha transformado en todo un desafío porque, por un lado, instituciones académicas y no académicas promueven los eslabonamientos pero pocas veces hacen referencia a estos dos factores que estoy mencionando. Parece ser que se insiste en la voluntad, en el aprovechamiento de oportunidades, o por otro se habla simple y llanamente en el uso de tecnologías, es decir si funcionó en aquel sitio, tiene que funcionar en este.

¿Cuál es la visión de México de cara a América Latina y Mercosur?

Es curioso porque, ahora mismo en México, nuestra política exterior está segmentada por el componente diplomático y político por una parte, y el componente comercial, tecnológico y educativo por la otra. Yo tengo que decir con relativa tristeza que la parte diplomático - política en México se ajusta claramente a la idea de bloques. O sea, vemos al Mercosur como un bloque muy integrado, pese a tener vínculos muy fraternos con cada uno de los países que lo conforman, pero no parece haber algo que supere las limitaciones del bloque NAFTA. En ese sentido, aunque tenemos un tratado de libre comercio con Chile, éste es estrictamente complementario del NAFTA: no toca o no altera ninguna lógica del NAFTA, y todo acuerdo adicional con Brasil o con Argentina, está mediado fuertemente por las restricciones del NAFTA.
Si son miembros del Nafta, no pueden ser miembros del Mercosur…

Exacto. Nuestra política hemisférica, además, es muy pobre porque, concretamente en el caso de Malvinas, la política exterior mexicana fue omisa, es decir no supimos tomar ni oportuna ni adecuadamente una posición. Entonces, por la parte diplomático institucional me parece que ese es un asunto importante.

Por el lado que tiene que ver con la política comercial y de intercambio científico y educativo el Mercosur para nosotros es, en muchos aspectos, un desafío. Esto porque demuestra que en ciertos sentidos, nuestra visión de la política exterior es pesimista. Siempre creemos que las asimetrías son un concepto clave, porque nosotros nos enfrentamos a la mayor asimetría del mundo, es decir, competir o colaborar…
Muy difícil será que lo resuelvan. En el Mercosur, si bien hay asimetrías con Brasil no es lo mismo, porque por lo menos políticamente, siempre habrá un acuerdo. Pero con Estados Unidos parece imposible …

Sí, porque además en las fronteras que tiene Brasil con Uruguay, Venezuela, Paraguay, Argentina y Colombia, se puede decir que hay familiaridad dentro de sus poblaciones, que comparten un territorio. Las fronteras México - EE.UU. y México - Guatemala son en el sentido más estricto líneas fronterizas. Son muy pocas las ideas de comunidad, salvo ciudades que son representativas y muy importantes, pero que en el panorama nacional, y sobre todo en la perspectiva de nuestra política comercial y de bloques, no figuran como un punto de referencia. Es decir, aplicamos más a estas zonas de libre comercio de tolerancia, que áreas de verdadero punto o contacto de integración. A diferencia del Mercosur, donde la posibilidad de pensar en territorio común compartido, nuestra frontera está dominada por la idea de asimetría que es irresoluble. No así en el caso del Mercosur.

Es interesante ver cómo las universidades y ONG´s mexicanas miran al Mercosur con gran entusiasmo y optimismo porque se ve toda esta capacidad de innovación y de ir reduciendo diferencias y asimetrías y de generar un lenguaje de cooperación, en el que además los intereses estratégicos siguen estando en un mismo territorio. Otro gran problema de la política fronteriza mexicana es que los intereses estratégicos inmediatos tienen referentes fuera de la zona fronteriza. Entonces es mayor la presión de la zona norte, por un asunto de seguridad estratégica hemisférica, que lo que tiene que ver con el comercio fronterizo. En la frontera México-Guatemala es mucho más importante por un manejo escrupuloso de los derechos humanos o por un control de los flujos migratorios, que la posibilidad de tener un mercado de trabajo dinámico y en el que, tanto mexicanos como guatemaltecos, crucen la frontera para la cosecha específica de algún producto. Pero si en el momento de la cosecha hay una restricción de derechos humanos, simplemente no dejan pasar al personal que tendría que haber cosechado. Entonces sí es importante la diferencia, porque nuestros intereses estratégicos no corresponden con nuestro territorio de cooperación o de fenómeno transfronterizo, y eso, creo, limita muchos nuestras expectativas. Por eso para nosotros esta visita (a la Argentina) es fundamental, porque está rompiendo nuestros paradigmas o prejuicios en términos en que la forma que nuestras asimetrías se resuelven, pero también en términos en la continuidad de procesos cooperativos en los que el interés estratégico se corresponde con el espacio de actuación territorial y creo que es ahí donde los mexicanos tenemos que trabajar mucho. El problema es que tenemos muy pocos vecinos y nuestra continuidad geográfica está más dominada por los mares que por las fronteras. Tenemos más litoral que frontera, además no hay nada a los lados, lo más cercano es Cuba y sin embargo, no es tan cercano.
Graciela Baquero