El Green Deal obstaculiza el acuerdo en las negociaciones Mercosur-UE

En 11 países de la Unión Europea los agricultores han salido a protestar para exigir derechos y contra las medidas de sus gobernantes. En este marco, es difícil que se logre la firma de un acuerdo con el Mercosur, que lleva ya 20 años de negociaciones, basado en la política agrícola europea de protección por subsidios, pero con políticas internas encorsetadas por el nuevo Green Deal.


La iniciativa europea de abrir negociaciones interregionales con Mercosur -iniciada en Madrid en 1995 y puesta en vigor en 1999, fue una reacción estratégica a la Iniciativa para las Américas que, liderada por Estados Unidos, pretendía crear un área de libre comercio en todo el hemisferio occidental. La UE buscaba “a cualquier coste evitar un aumento de la influencia estadounidense en el continente”, según un informe de 1999 del Banco Interamericano de Desarrollo. La posición de Mercosur no era puramente pasiva, ya que los miembros aspiraban a utilizar en favor propio la competencia entre la UE y EEUU. En suma, las negociaciones birregionales eran parte de una competencia geoeconómica más amplia, que se desarrollaba en el ambiente geopolítico permisivo de la posguerra fría, señala un trabajo de Andrés Malamud de octubre de 2023.

En los 20 años transcurridos, la complejidad de la posición europea ha aumentado. Además de los cambios en el tablero global –entre ellos, la emergencia de China que empujó a Europa hacia la periferia– la creación del SEAE implicó la dualización de las negociaciones externas (El Servicio Europeo de Acción Exterior dirige las relaciones diplomáticas de la UE con otros países y lleva adelante la política exterior y de seguridad de la Unión). Mientras este servicio se encarga de todo lo que no es comercial, la Dirección General de Comercio de la Comisión Europea, se encarga exclusivamente de los asuntos comerciales. El resultado complejiza más la aprobación de acuerdos que incluyan competencias no delegadas por los Estados miembros –como el negociado con Mercosur.

En contraste con la UE, Mercosur permanece igual que hace 20 años: misma cantidad de miembros, mismo diseño institucional exclusivamente intergubernamental, mismo déficit de transposición de la normativa regional a la legislación nacional, misma incapacidad para firmar tratados internacionales relevantes. La única diferencia es que China superó a la UE como su principal socio comercial, señala el analista.

Comparado con el Acuerdo Marco aún en vigor, el texto ahora en estudio es más ambicioso. Además de comercio, prevé mayor cooperación en las áreas ecológica, digital y de transformación productiva. Además, prevé que la sociedad civil se involucre. Esta agenda posmaterial es particularmente sensible para la UE, mientras los miembros de Mercosur prefieren enfocarse en los contenidos duros del acuerdo: aumento del comercio y de la cooperación para el desarrollo. Aunque la deforestación de la Amazonia es una preocupación legítima, la cuestión ambiental se ha tornado un pretexto para camuflar el proteccionismo agrícola, liderado por Francia y acompañado por una decena de miembros de la UE. Después del comercio, el medio ambiente se ha tornado la cuestión bilateral más tormentosa, ya que en principio se reclama otorgarle a esta área el estatus de “elemento esencial”, una cláusula que permite suspender los beneficios del tratado a eventuales transgresores. Por su lado, los representantes de Mercosur reclaman subsidiar la transición ecológica de las economías mercosureñas. (Malamud)

La asimetría existente en el área ambiental, donde se pretende que una región sancione o compense a la otra, se replica en el plano geopolítico. Mientras Mercosur trata de diversificar sus relaciones externas desde la periferia, la UE busca no ser relegada por otras potencias. Así, desde el punto de vista europeo, las negociaciones evolucionaron de la ambición de equilibrar a EEUU a la necesidad de equilibrar a China, expresa Malamud en su trabajo.

Cabe mencionar que en Argentina, el nuevo gobierno de Javier Milei rechazó la invitación promovida por Brasil, de adherirse al grupo BRICS, y tomó distancia del gobierno de China, aunque con el compromiso de respetar la alianza estratégica firmada por el gobierno de Alberto Fernández, y reconociendo “una sola China”. Por otro lado, declaró a EEUU como su socio estratégico, con lo que ya se produciría una descompensación del proyecto original de la UE.

El acuerdo no se logra, porque la dispersión de intereses es creciente. De un lado, España y Portugal son incondicionales porque su proximidad con América Latina fortalece su posición dentro de la UE; pero del otro, Francia es reluctante porque sus agricultores temen la competencia y ejercen una fuerte influencia electoral. En el medio, Alemania apoya el acuerdo, pero requiere compromisos ambientales. En Mercosur, Argentina exige cooperación para financiar la transición económica y Brasil pretende proteger su industria y sector público ante la competencia europea. A las dificultades se agrega que en el Mercosur todos los países deben firmar el acuerdo, pero solo se incorporan a medida que lo van ratificando, señala Andrés Malamud.

A este complejo panorama, se suman los fuertes cambios políticos en el Mercosur, en donde en uno de sus socios más importantes, Argentina, asumió la presidencia Javier Milei, con un plan de negocios de extranjerización de la economía, sin ser acompañado por medidas de incentivo a la industria nacional, sino por una política de achicamiento del Estado y sus funciones sociales indelegables en un país con más del 40% de la población sumida en la pobreza. Incluso el Decreto de Necesidad y Urgencia, promovido por el PEN poco después de asumir, que aún no está aprobado por la comisión bicameral del Senado, presidido por su vicepresidenta, está en vigencia. El DNU facilita la adopción de muchas de las medidas de desguace del estado, mientras se sigue discutiendo una ley que no asegura la aprobación de venta de las empresas estatales más importantes - distinguidas en el mundo por su calidad científica y su integración con la comunidad-, pero que según informó el propio primer mandatario, podría definirse por decreto.

A través de una Ley Ómnibus, que no admite modificaciones de los gobernadores, perjudicados por medidas de austeridad, se abre el abanico de posibilidades para las grandes inversiones extranjeras o los fondos de inversión como Black Rock. La otra gran pata del programa de Javier Milei es la dolarización, que planea conseguir cooptando dólares -de no mediar un improbable nuevo crédito del FMI o corporaciones financieras- a través de la venta de empresas del estado y bancos nacionales dadores de crédito a las pymes, posiblemente a través de decretos. Entre las “reservas”, se incluyen los dólares declarados por las pymes (que al ser considerados reservas no pueden ser usados para el pago de deuda de importaciones) y en menor medida los de pequeños ahorristas, que se deshacen de esta moneda para poder afrontar el alto nivel del costo de vida.

En este marco de búsqueda de inversiones, una nutrida delegación de 30 empresarios acompañó a Milei y su equipo en su gira por Israel -en donde su promesa de mudar la embajada argentina a Jerusalén le valió al país una amenaza de Hamás. Por ahora, el resultado fue la promesa de inversión de XtraLit, startup israelí que desarrolla un método de extracción directa de litio de recursos acuosos, que abriría en 2024 su primer laboratorio en el país, con una inversión de no más de 100M de dólares.

En su visita a Roma, a donde Javier Milei viajó con el cometido de interceder por pedido de Netanyahu, en su acercamiento con el Vaticano, no tuvo resultados. De la misma manera, el Papa Francisco desmintió notas de prensa que hablaron de la aprobación de la Santa Sede del programa económico y social de Milei.

Con esta perspectiva de un Mercosur con visiones opuestas en el eje Argentina/Brasil, y una Europa fragmentada en sus intereses, podría darse lo que Malamud llama la ´canificación´ del Mercosur, un neologismo derivado de la Decisión 667 de la Comunidad Andina, que en 2007 decidió otorgar flexibilidad a sus miembros para negociar individualmente con la UE. Esta decisión mantiene la unidad en el papel pero, en los hechos, acaba con la unión aduanera. (Malamud)

La participación de Europa en licitaciones de obras públicas es uno de los puntos clave en los que Lula da Silva no ha transigido, ya que atenta contra su exitoso plan de desarrollo industrial nacional. Después de haber renunciado a su ingreso al grupo BRICS y declarar su alineamiento con EEUU e Israel, además de las democracias occidentales, el gobierno de Milei perdió la oportunidad de acceder al swapp otorgado por China, que el gobierno de Alberto Fernández logró usar para pagar cuotas pendientes con el FMI, del cual es miembro. A pesar de la necesidad de contar con esa ayuda en el caso de que no se logre la renovación del acuerdo con el FMI, reclamada en su momento por el ministro de Economía, Luis Caputo, la canciller Mondino se mantuvo en la posición de no mantener acuerdos “Estado-Estado”, en referencia a la relación con China.

Lo cierto es que las objeciones del presidente de Francia, Emmanuel Macron, impidieron en su momento avanzar en las negociaciones. Y ahora son 11 los países que se enfrentan al problema de los agricultores, que reclaman subsidios y rechazan la aplicación de sanciones por temas ambientales en el marco del Green Deal, en un momento crítico para Europa, después de haberse embarcado en enormes gastos de defensa, por la participación de la OTAN en el conflicto de Ucrania.

mercosurabc