Argentina y Brasil podrían incidir con sus propuestas en el diseño de una nueva etapa de la OMC

Tanto en relación a la Cumbre del G20 como a la Ministerial de la OMC en Ginebra, se ha abierto una oportunidad para que las regiones organizadas asuman protagonismo en la definición de una nueva arquitectura del sistema comercial internacional.


Las notorias dificultades para concluir las negociaciones de la Rueda Doha están abriendo un saludable debate sobre el futuro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y sus funciones en el comercio internacional. Es un debate que no podría estar ausente de la Octava Conferencia Ministerial a realizarse en Ginebra entre los días 15 y 17 de diciembre próximo. Es el órgano principal de la OMC. Está previsto que se reúna cada dos años.

Por un tiempo, se entendió que el interrogante principal relacionado con el futuro de la OMC se refería a cómo concluir, teniendo en cuenta los diferentes intereses en juego, una Rueda Doha “ambiciosa y equilibrada” y con un claro impacto en el desarrollo económico, en especial de los países en vías de desarrollo y menos avanzados. Si bien sigue siendo ese un interrogante válido, es difícil que encuentre respuesta satisfactoria en el actual contexto económico –y político- mundial. Sobre todo teniendo en cuenta la exigencia del denominado “single undertaking”. Pocos esperan ahora que la Rueda Doha culmine antes de que se inicie el próximo período presidencial en los EEUU. Incluso el que se pueda cerrar un acuerdo mínimo en la Ministerial de diciembre, es hoy considerado como poco probable, aún por aquellos más optimistas.

Ahora el debate sobre el futuro de la OMC podría estar centrado en muchas preguntas. Pero hay una que sobresale: ¿cómo adaptar el sistema comercial global multilateral, institucionalizado en el GATT primero y ahora en la OMC, a las realidades de un mundo profundamente diferente al que les diera origen, cuyas características se observan en múltiples hechos recientes, que impactan en las relaciones comerciales internacionales, e incluso penetran hondo en la vida cotidiana de los países miembros?

En ocasión de la próxima Conferencia Ministerial, mucha atención estará concentrada entonces en observar si de las deliberaciones surge un claro impulso renovador de un sistema que tiende a mostrar algunos signos de obsolescencia, tanto en sus agendas como en sus métodos de trabajos. Tal impulso podría traducirse en un Plan de Acción, con señales claras de los pasos a estudiar y eventualmente a encarar a fin de adaptar la OMC al nuevo contexto internacional. Se observa, sin embargo, un cierto escepticismo sobre los resultados que puedan lograrse en diciembre. Incluso se suele plantear el interrogante sobre si se justifica en esta oportunidad el gasto de los fondos públicos que tal tipo de encuentros internacionales requieren.

Los resultados de este tipo de reuniones ministeriales dependen de la calidad del proceso preparatorio y del liderazgo político que se ejerza por los países o grupos de países miembros en mejores condiciones y con mayor legitimidad. Asimismo, puede depender de la calidad del liderazgo que ejerza –o no- el país sede, si es que la reunión se realizara –en el caso concreto de la OMC- fuera de la sede en Ginebra. Y también depende de la eficacia del liderazgo técnico del Director General.

El 27 de julio, antes del receso de agosto, el Presidente del Consejo General de la OMC, Embajador Yonov Frederick Agah, se refirió a los preparativos de la Conferencia Ministerial. Puso énfasis en que en los trabajos preparatorios, a realizarse entre principios de septiembre y el momento del inicio de la Conferencia, debería tenerse en cuenta que “la OMC no se reduce a la Ronda de Doha: la OMC es más que la Ronda” (ver el texto completo de su intervención en: www.wto.org/spanish/news_s/news11_s/gc_27jul11_s.htm). Sin embargo, de una forma u otra, la Ronda Doha estará presente en la Ministerial de diciembre. Sea por la posibilidad -que ahora se percibe como remota- de avanzar algunos resultados favorables para los países menos desarrollados. Sea por la posibilidad, que también aparece como incierta, de enviar señales claras y creíbles sobre su futuro. O sea por la necesidad de abordar de frente el espectro de una OMC con fuertes riesgos de perder eficacia, relevancia y, finalmente, legitimidad.

A medida que se aproxima la fecha de la Ministerial de Ginebra, cabe tener presente tres preguntas concretas que parecen relevantes para el necesario debate. No son, por cierto, las únicas posibles y cada una puede ser objeto de múltiples desdoblamientos. Pero son las que en cierta forma estuvieron presentes el 7 de julio pasado en la reunión de un grupo de trabajo del Evian Group en Lausanne (ver al respecto www.imd.org/research/centers/the-evian-group-recent-publications.cfm) y las que se observan en las intervenciones de reconocidos expertos en el TradeForum de CUTS International – Consumer Unity & Trust Society (http://groups.google.com/group/cuts-tradeforum).

Ellas son: ¿cómo sería posible evitar el colapso definitivo de la Rueda Doha, aunque sea concluyéndola en una versión menos ambiciosa que la prevista originalmente? Si ello no fuera factible ¿cómo podría preservarse a la OMC del eventual impacto negativo que tal colapso tendría sobre su eficacia, credibilidad y relevancia? Y aún en el caso que la Rueda Doha fuera rescatable ¿cómo se podría concentrar energía política e imaginación técnica en el diseño de una nueva etapa de la OMC, que permita capitalizar las experiencias acumuladas en estos últimos diez años, fortalecerla en sus funciones esenciales, e innovar en su agenda de cuestiones prioritarias, en sus métodos de trabajo y en sus modalidades negociadoras?

Al procurar respuestas a esas preguntas conviene tomar en cuenta tres datos sobre la OMC.
El primer dato significativo es que en la actualidad la organización se inserta en una realidad mundial distinta a la que le diera origen en 1994 y, en particular, a la que diera origen al GATT en 1947, del cual provienen las principales reglas sustantivas del sistema comercial multilateral global. Algunos hechos ilustran sobre la emergencia de un nuevo contexto. Todo indica que sus efectos se acentuarán en los próximos años. Sin perjuicio de otros que también son relevantes, pueden mencionarse los siguientes: marcados desplazamientos del valor relativo de los principales países miembros –especialmente por la percepción prevaleciente en los mercados sobre su respectiva incidencia actual y potencial en el comercio mundial de bienes y de servicios, y en los flujos de inversión y de tecnologías-; protagonismo asertivo de economías emergentes y re-emergentes –tal los casos de China e India-; creciente relevancia de las múltiples modalidades de redes internacionales de producción –que se refleja en el concepto “hecho en el mundo” instalado con acierto por el Director General de la OMC- y proliferación de acuerdos comerciales preferenciales –unos 300 según el Informe sobre el Comercio Mundial 2011, recientemente publicado en Ginebra (ver www.wto.org/spanish/res_s/publications:s/wtr11_s.htm).

El segundo dato a destacar se relaciona con la vigencia y relevancia de algunas de sus funciones esenciales, y que conviene fortalecer. Son las de crear reglas que permitan lograr un grado razonable de disciplinas colectivas en las políticas comerciales de los países miembros; un ámbito para encausar distintas modalidades de negociaciones comerciales internacionales –globales, plurilaterales, sectoriales, preferenciales-, y un mecanismo eficiente de solución de controversias originadas en la aplicación de sus reglas.

Y, finalmente, el tercer dato relevante es que, desde su creación, el sistema GATT-OMC ha acumulado experiencias, incluso con la Rueda Doha, que son útiles –en lo positivo y en lo negativo- para apreciar la eficacia potencial de diferentes mecanismos e instrumentos orientados al crecimiento del comercio mundial y a acentuar su impacto en el desarrollo económico sustentable de sus países miembros, especialmente aquellos en vías de desarrollo y menos avanzados.

Más que de un debate limitado a los medios diplomáticos de Ginebra y de las respectivas capitales, e incluso al plano académico, las respuestas a las preguntas antes formuladas –así como de otras que vayan surgiendo del propio debate y del proceso preparatorio de la Ministerial de diciembre próximo- deberían ser la resultante también de la participación, en cada uno de los países miembros de la OMC, de los múltiples protagonistas con intereses creados en las relaciones comerciales internacionales, sean ellos gubernamentales o no gubernamentales.

Podría ser un debate en el que las modernas tecnologías de la información permitieran, si así se procurara, una participación amplia de todos los interesados. Ello se lograría en la medida en que ella sea valorada y facilitada al menos por los principales países miembros de la OMC. Incluso se abriría, en tal caso, el camino para avanzar hacia una OMC 2.0. Se puede aprovechar al respecto el potencial que brinda la nueva e inteligente versión de la página Web de la organización.

Una forma de abordar con nitidez el futuro del sistema comercial multilateral global, institucionalizado en la OMC, sería reconocer la necesidad de introducir nuevas cuestiones en su agenda de trabajo, renovar los métodos de negociación y asimilar los cambios profundos que se han operado en los últimos tiempos en el mapa de las relaciones comerciales internacionales y de la competencia económica global. Un ejemplo de las cuestiones que están adquiriendo una relevancia especial en la agenda de las relaciones comerciales internacionales como consecuencia del nuevo contexto mundial, es el de la relación entre las paridades cambiarias y los instrumentos del comercio internacional, en especial los que resultan de los compromisos asumidos en las negociaciones comerciales en el ámbito de la OMC y de otros acuerdos preferenciales (ver respecto el reciente informe del IPEA, referido en la Sección de Lecturas Recomendadas de este Newsletter, que incluye los resultados de una investigación realizada por un equipo que cuenta, entre otros economistas destacados, con la participación de Vera Thorstensen, prestigiosa especialista en asuntos del comercio internacional y de la OMC)

No sería realista esperar que la Ministerial de Ginebra aporte respuestas eficaces a todos los interrogantes que se pueden plantear sobre el futuro de la OMC. Pero sí tendría sentido que, como mínimo, los Ministros acuerden encomendar a un grupo de personas eminentes la preparación de un informe conteniendo posibles respuestas a las principales preguntas que ellos mismos formulen sobre una OMC posible y eficaz. En tal caso, cabría prever una reunión ministerial especial el próximo año para procurar alcanzar acuerdos que den comienzo al proceso de metamorfosis de la actual OMC. Esta sugerencia es una variante de la formulada este 12 de agosto por Jean-Pierre Lehmann, en el debate sobre el tema de la OMC y su futuro, que se está desarrollando en el antes mencionado TradeForum de CUTS International.

Algunos hechos pueden eventualmente contribuir a una Ministerial exitosa en Ginebra. Uno es que semanas antes se reunirá en Cannes la Cumbre del G20, esta vez presidida por Francia. Es una oportunidad para que se den orientaciones políticas concretas a los Ministros que concurrirán a la Ministerial de Ginebra. Otro hecho es que algunas de las regiones representadas de una forma u otra en el G20, están desarrollando sus propios análisis de las medidas que hay que abordar en distintos frentes de acción, incluyendo el global multilateral, teniendo en cuenta la profundización de la crisis económica y financiera mundial, y sus notorios efectos en el plano político y social de muchos países. Es el caso, por cierto, de la Unión Europea, que está en el epicentro de la actual crisis. Pero también lo es el de la región del sudeste asiático (ver al respecto el comunicado final de la 43ª. Reunión de Ministros de Economía de ASEAN, realizada en Manado, Indonesia, los días 10 y 11 de agosto 2011, en www.asean.org/26587.htm) y el de Sudamérica. Cabe destacarse como hecho novedoso, que la UNASUR ha creado su Consejo de Economía y Finanzas. Tuvo su primer reunión a nivel ministerial en Buenos Aires este 12 de agosto (no se ha podido encontrar el texto completo del comunicado final en ninguna página Web, pero además de las declaraciones de los Ministros participantes reflejadas en la prensa, puede consultarse una versión más detallada de lo acordado en http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&dis=1&sec=1&idPub=233427&id=441319&idnota=441319).

Tanto en relación a la Cumbre del G20 como a la Ministerial de la OMC en Ginebra, se ha abierto una oportunidad para que las regiones organizadas asuman protagonismo en la definición de una nueva arquitectura del sistema comercial internacional. En ambas oportunidades, Argentina y Brasil podrían incidir con sus propuestas en el eventual rescate de la Rueda Doha y en el diseño de una nueva etapa de la OMC. Lo razonable es esperar que coordinen antes sus posiciones y que, en lo posible, puedan también reflejar los puntos de vista del Mercosur y de la región sudamericana. El nuevo Consejo creado en el ámbito de la UNASUR brinda al respecto un ámbito apropiado.


Texto completo en www.felixpena.com.ar

(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales - Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.

Félix Peña