La re-regulación financiera en el camino hacia una nueva arquitectura global

El pasado 28 de Septiembre, en la sede del CEFID-AR, tuvo lugar el Seminario “Los Debates para la Construcción de un Nuevo Orden Financiero Internacional. La OMC y el G-20”, organizado por esa entidad y FOCO. Allí, distintos especialistas internacionales dejaron sus puntos de vista sobre diferentes aspectos de la crisis global y sus posibles salidas.


Si bien la arquitectura financiera global vigente ha sido señalada reiteradamente como responsable de la actual crisis internacional, la posibilidad de su redefinición a partir de iniciativas de los Estados nacionales enfrenta obstáculos normativos derivados de aquella misma arquitectura. El control al ingreso de capitales y el establecimiento de impuestos a las transacciones financieras despuntan como alternativas necesarias en el contexto de la crisis, pero estas medidas encuentran restricciones para su aplicación en el ordenamiento vigente.

Las disposiciones del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) limitan expresamente la posibilidad de la re-regulación financiera, y en el mismo sentido se orientan los intentos de revitalizar la Ronda de Doha. Argentina, por caso, tiene compromisos en los Modos 2 y 3 del GATT, que restringen las facultades del país para regular los servicios financieros, tal como lo explicó Todd Tucker, director de investigación del Public Citizen’s Global Trade Watch en el evento del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina CEFID-AR y el Foro Ciudadano de Participación por la Justicia y los Derechos Humanos,FOCO. Sin embargo, el investigador señaló como aspecto positivo el creciente consenso existente en las Naciones Unidas, y en particular entre los países emergentes, como Argentina, sobre la necesidad de reformar el mencionado Acuerdo.

A su turno, Manuel Pérez Rocha, investigador mexicano asociado en el Global Economy Project del Institute for Policy Studies de Washington, rescató el carácter excepcional de la crisis en Argentina en tanto oportunidad de cambio, en contraste con lo que sucede en su país, donde la matriz y el discurso neoliberales mantienen su preponderancia. Rocha puso de relieve la existencia de una contradicción entre, por un lado, el llamado del G-20 a la puesta en marcha de nuevas regulaciones financieras y, por otro, la promoción por parte de ese mismo Grupo de la aceleración de las negociaciones de la Ronda de Doha, en el sentido antes señalado por Tucker. Esa contradicción, tanto como la ineficacia para prevenir y enfrentar la crisis financiera, tienen como resultado la pérdida de legitimidad del G-20.

Para Rocha se imponen dos líneas de acción global frente a la crisis financiera: el control sobre los flujos de capitales y el establecimiento de impuestos sobre las transacciones financieras.

El Fondo Monetario Internacional ha reconocido recientemente la importancia de controlar los flujos de capitales especulativos, como herramienta para prevenir la creación de burbujas financieras que aumentan la vulnerabilidad externa de las economías nacionales. Esos controles, que son habituales en el Cono Sur pero poco frecuentes en el mundo en general, implican dos modalidades. Una de ellas es la fijación de impuestos para desalentar los flujos hacia los mercados bursátiles. La otra es la limitación directa sobre los montos permitidos. El FMI sólo acepta la primera de esas modalidades, y pretende, además, erigirse en la entidad rectora de este tipo de gravámenes, en desmedro de las políticas soberanas de los Estados. Otro obstáculo adicional y ampliamente extendido contra los controles de capitales son las cláusulas de la gran cantidad de Tratados de Libre Comercio y de Inversiones Recíprocas que rigen las relaciones económicas entre los Estados.

Con respecto a los impuestos a las transacciones financieras globales, Rocha describe su funcionalidad en relación con dos objetivos: desestimular la especulación global y ayudar a financiar programas sociales y de emergencia, en relación con el cumplimiento de los “Objetivos del Milenio”. Esta línea de acción cuenta con el apoyo explícito de Francia y de los parlamentarios europeos, y en menor medida con el de Alemania. Las nuevas concepciones que abonan la creación de este instrumento suponen una opción superadora del proyecto de "Tasa Tobin", ya que en la actualidad no se lo plantea como una instancia coordinada a nivel global, sino como un efecto acumulativo de diferentes iniciativas soberanas de los países.
Gustavo Sánchez