La Conferencia de la OMC en Bali como una oportunidad para corregir rumbos

Para una empresa con operaciones internacionales el seguir de cerca hechos y tendencias referidas a las negociaciones de acuerdos comerciales preferenciales tiene su importancia práctica, explica Félix Peña (*) en su último trabajo.


Las principales tendencias a seguir se relacionan, en particular, con el debate sobre la efectividad y eficacia del sistema multilateral de comercio internacional institucionalizado en la OMC, y con el surgimiento en el horizonte global de mega acuerdos comerciales preferenciales de alcance interregional.
Tiene importancia por el hecho de que en ellas, especialmente por ser fuentes de producción de reglas de juego que inciden en los intercambios comerciales y en las inversiones internacionales, se suelen originar factores que eventualmente desplacen –a favor o en contra- ventajas competitivas que la respectiva empresa pueda tener en los mercados de los países que concluyen un determinado acuerdo comercial preferencial. Todos estos acuerdos implican algún grado de discriminación con respecto a los países no participantes, supuestamente compatible con las reglas multilaterales del comercio internacional.

Y la tiene también porque en las relaciones comerciales internacionales contemporáneas la velocidad de los cambios que se están operando continuamente, por ejemplo por desplazamientos del poder económico relativo de los países y por la multiplicidad de opciones que todos tienen en su inserción internacional, tienden a diluir las fronteras entre el corto y el largo plazo. Lo que a veces parece lejano en el horizonte puede, sin embargo, estar incidiendo en lo inmediato en decisiones de inversión y de localización de los hubs de cadenas transnacionales de valor. El sector automotriz, entre muchos otros, es un ejemplo al respecto. La distinción entre el hoy y el mañana se torna entonces menos nítida. Ello implica que una empresa expuesta de alguna forma directa o indirecta a la competencia internacional, y que aspira a crecer o siquiera sólo a sobrevivir, tiene que estar pendiente de aquellos hechos que ocurren en lo inmediato, pero que pueden estar anticipando cambios significativos en las condiciones futuras de sus operaciones internacionales, por ejemplo precisamente, por el impacto de nuevas reglas de juego que puedan incidir en el acceso de sus bienes o servicios en mercados que son de su interés.

Lo antes afirmado se aplica al seguimiento en la perspectiva de la inteligencia competitiva de una empresa o de un determinado sector, por ejemplo el de los alimentos procesados o el de maquinaria agrícola, de tendencias y hechos que reflejan algunas de las grandes transformaciones que se están empezando a observar en el mapa institucional de las relaciones comerciales internacionales. Es, por cierto, un seguimiento que requiere acrecentar sinergias entre instituciones empresarias, gubernamentales y académicas. Así ocurre en países que tienen empresas con presencia activa en los mercados internacionales.

Tales tendencias y hechos se relacionan, en particular, con la efectividad y eficacia del sistema multilateral de comercio internacional de la OMC, y con el surgimiento en el horizonte global de mega acuerdos comerciales preferenciales de alcance interregional.

La OMC se encuentra en una encrucijada. No ha podido cumplir con su objetivo de concluir la Rueda Doha. Pocos creen que ello será factible al menos en lo inmediato. Comienza a debatirse sobre su futuro. Algunas propuestas implican cambios profundos en el sistema comercial multilateral. Su Conferencia Ministerial en Bali (Indonesia) en diciembre próximo es una oportunidad para desatar algunos nudos que traban su agenda. Se está trabajando en ello en Ginebra y en las capitales de sus principales países miembros, al menos de aquellos que por su participación en el comercio mundial de bienes y de servicios, es lógico asumir que tienen interés en el fortalecimiento del sistema comercial multilateral. Recordemos que unos 30 países representan alrededor del 90% del intercambio de bienes y de servicios a escala global. El objetivo por el momento sería lograr resultados en tres planos: facilitación del comercio, comercio agrícola y algunas cuestiones relacionadas con países de menor desarrollo relativo. Los tres suponen lograr equilibrios de intereses a veces muy divergentes.

El camino hasta Bali parece largo. Pero si se tienen en cuenta los magros resultados de la anterior Conferencia Ministerial (Ginebra 2011) y la complejidad de alcanzar acuerdos entre sus 159 países miembros, con poderes relativos e intereses dispares, no se podrá ser muy optimista si es que en plazos relativamente cortos no surgen indicios claros de la voluntad política de lograr los necesarios acuerdos. El hecho de que antes se producirá el cambio de la figura del Director General, por concluir el mandato de Pascal Lamy, no necesariamente contribuye a una visión optimista sobre los resultados de Bali.


Los mega acuerdos TPP y TATIP


Por su parte, los mega acuerdos comerciales preferenciales interregionales que se están negociando (el Trans-Pacific Partnership-TPP y el Regional Comprehensive Economic Partnership-RECEP), a los que se suma el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TATIP) que tendría más relevancia económica y geo-política por involucrar a los EEUU y a la UE, esto es alrededor de un tercio del comercio mundial, pueden ser percibidos o como reflejo del estancamiento de las negociaciones comerciales multilaterales o como una de sus causas. Es razonable formular la pregunta de cuál sería el futuro de la Rueda Doha –o de un replanteo realista de sus objetivos que preserven su enfoque holístico- si todo el peso político de los EEUU y la UE se volcara a apoyar su conclusión.

Lo concreto es que tal peso político está ahora concentrándose en la negociación de mega-acuerdos comerciales preferenciales interregionales. Especialmente el TPP y el TATIP reflejan objetivos similares y tienen para sus impulsores un fuerte valor geopolítico, aunque una vez concluida su negociación puedan reflejar metodologías y alcances diferentes. Tales objetivos consisten en lograr, a través de acuerdos preferenciales, lo que por el momento no parecería alcanzable en el marco multilateral. O sea, algo ambicioso, comprehensivo, flexible y de alta calidad, con alcance OMC-plus. Por un lado, implicaría incorporar al acervo de compromisos internacionales existentes una amplia eliminación de aranceles y de otras restricciones al comercio de bienes, y también procurar una mayor nivelación del campo de juego en materia de marcos regulatorios, por ejemplo, relacionados con normas técnicas o que aspiran a garantizar la calidad de los alimentos –cuestión ésta de actualidad en el imaginario de consumidores y ciudadanos tras el episodio de la carne equina en Europa-. Por otro lado, es avanzar mucho más de lo que sería viable hoy en el marco multilateral, especialmente en materia de servicios, inversiones, propiedad intelectual y compras públicas. Estos acuerdos aspirarían a señalizar, además, lo que tendrían que ser en la visión de sus promotores las disciplinas colectivas multilaterales en un mundo multipolar, en el que el comercio y las inversiones se canalizan cada vez más en el ámbito de cadenas transnacionales de valor con alcance global.

Son negociaciones con muchos nudos a desatar y algunos son muy sensibles. La cuestión agrícola es uno, al menos en el espacio transatlántico. Así lo da a entender claramente el Senador Max Baucus, presidente de la Comisión de Finanzas del Senado de los EEUU. La protección de la propiedad intelectual es otro, al menos en el espacio transpacífico.

Como sostuviera Pascal Lamy en una magistral conferencia pronunciada el 29 de enero en New Delhi, “la geopolítica ha retornado a la mesa del comercio” (http://wto.org/english/news_e/sppl_e/sppl264_e.htm). En la creación del GATT, el impulso provino de la política exterior de grandes potencias –especialmente EEUU- interesadas en detener la expansión soviética. La Rueda Doha se lanzó en el clima traumático post- 9-11. A pesar de la ilusión de que sólo son factores económicos los que movilizan las estrategias comerciales externas, hoy está claro que es en la actual redistribución del poder mundial donde deben rastrearse factores que impulsan a la proliferación de los acuerdos preferenciales interregionales. Pero teniendo en cuenta el debilitamiento del marco multilateral de la OMC, la gran duda que habrá que despejar es sobre si tal proliferación, contribuirá o no a los objetivos de gobernanza global.


La OMC 2.0

Richard Baldwin, un impulsor de un profundo cambio de enfoque en el sistema comercial multilateral, ha planteado claramente la necesidad de ir hacia lo que denomina una “OMC 2.0”. Considera que la actual OMC responde a una realidad del comercio mundial que está siendo superada por la creciente relevancia en el comercio e inversiones internacionales de las cadenas transnacionales de valor. En su opinión, tal realidad es la que precisamente consideran los mega-acuerdos comerciales preferenciales interregionales que se están negociando. De allí que, en su propuesta, la nueva OMC debería ser lanzada con la participación de un número limitado de países miembros, ya que considera que sólo son pocos los que tienen una participación significativa en las cadenas globales de valor, si es que se excluyen las materias primas.

Más allá del sustento cuestionable de algunos de los argumentos del profesor Baldwin, que quizás no profundizan las razones por las cuales sus propuestas no puedan negociarse dentro del actual sistema de la OMC, si es que hubiere suficiente voluntad política precisamente en los países que más incidencia tienen en el comercio y las inversiones internacionales, iniciativas de este tipo están poniendo de manifiesto que lo que se está instalando es un debate de fondo sobre el sistema comercial multilateral que, por sus alcances, trascienden el plano económico y comercial, penetrando hondo en el plano geopolítico. Es un debate entonces central para la agenda de la gobernanza global que ha estado tratada, hasta ahora, en el marco del G20. Un debilitamiento extremo del actual sistema de la OMC o su eventual “jibarización” podría estar contribuyendo a una fragmentación del sistema internacional. No parece ello hoy lo recomendable.



(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales - Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.
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