Informe final de rendición de cuentas del secretario gral de Unasur saliente, Ernesto Samper

Quito, 31/01/2017.- Cumplo con el deber de presentar el Informe Final de mi gestión como Secretario General de UNASUR, en el período comprendido entre septiembre de 2014 y enero 2017. Durante este lapso, la región vivió transformaciones importantes que hoy forman parte de su coyuntura, expresó Samper en una intervención en la que destacó la vuelta al mercado regional, a las inversiones propias, al desarrollo de las multilatinas.


Desde comienzos de siglo y hasta el 2014, Suramérica consiguió superar los daños producidos en su economía por la aplicación de un modelo aperturista que retrasó su ritmo de crecimiento, anuló importantes avances conseguidos en décadas anteriores en materia de industrialización y generó 120 millones de nuevos pobres. Los gobiernos de la región –sin distingos ideológicos– entendieron entonces la necesidad de dar un giro dramático a sus políticas sociales haciéndolas más incluyentes, sin lo cual resultaba imposible la relegitimación de sus sistemas políticos regionales. Todos los países, sin excepción, ayudados por un buen ciclo de precios internacionales de productos básicos, retomaron los caminos virtuosos del crecimiento económico con equidad. La economía se tonificó, las exportaciones se reactivaron en valor y volumen y, lo más importante, logramos recuperar a más de cien millones de ciudadanos de la condición de pobreza a la que habían sido confinados.

La crisis económica de 2014, resultante de una caída de la demanda internacional y de los precios de productos básicos, empezando por los energéticos,  se concentró en fuertes actores económicos regionales como Brasil y Venezuela, llevó la economía de la región a niveles de crecimiento negativo que hacía  años no se veían. Volvimos a vivir entonces, como en una pesadilla kafkiana, los efectos  de un modelo extractivista de desarrollo basado en la venta internacional de productos sacados de la tierra que excavamos y  sembramos. Seguimos encerrados en la paradoja de que nuestra gran fortaleza estratégica, la de ser una región rica en recursos naturales se ha convertido en nuestra gran tragedia: la de no haber tenido la capacidad de diversificar nuestras economías y agregarle valor a lo que ya tenemos mediante la industrialización, la modernización de la agricultura y el desarrollo de una mejor infraestructura para el crecimiento interno. Recuerdo ahora cuando conocí al Primer Ministro israelí, Shimon Peres. Entonces yo era un joven Senador.

El dirigente me preguntó, apenas empezamos nuestra conversación:

“Samper, ¿qué nos da la vaca?". Yo, un poco sorprendido como estudiante en examen, le contesté: “Pues, leche”.

“¿Qué más?”, inquirió él sonriente. “Carne”, le dije.

“¿Algo más?”, me insistió. Un poco ya molesto por la frivolidad del tema, le repuse: “Pues, cueros”.

Él, con tono paternal, me dijo: Ahí está la diferencia, joven senador, entre ustedes, los latinoamericanos, que lo tienen todo al alcance de la mano y nosotros, los que habitamos el desierto, que hemos tenido que hacer esfuerzos heroicos para conseguir los pastos, el agua, la tierra fértil para tener las vacas que en sus países nacen y crecen de forma natural.

En estos meses, como Secretario General de UNASUR, he comprobado que el tener tanto a tan poco precio sigue siendo nuestra gran tragedia. La región está en mora de empezar a pensar que sus posibilidades de salir adelante no dependen de lo que pase mañana en la China o en los Estados Unidos o en el Asia. Las nuevas oportunidades latinoamericanas están asociadas a nuestra capacidad para VOLVER A LO NUESTRO, para redescubrir lo que valemos. Volver a lo nuestro es aumentar el nivel -ridículo por cierto- del 20% de comercio intrarregional como parte del comercio internacional cuando en regiones como Europa pasa del 60%. Volver a lo nuestro es invertir productivamente los millones de dólares que nos mandan del exterior nuestros conciudadanos a través de las remesas. Volver a lo nuestro es fortalecer la presencia de las empresas multilatinas nacidas en la región, sin esperar  que los fondos internacionales de pensiones vengan  a invertir cuando suenan las campanas de las bonanzas y se vayan sin despedirse cuando se escuchan los tambores de guerra de las crisis económicas.  

El problema del modelo mercadista -para no caer en la inútil pelea semántica  entre neoliberales vergonzantes y populistas sinvergüenzas- es su limitada visión estratégica.  Solo se ocupa del día a día, no hay una visión de país por detrás que le dé sentido y forma. Se olvida del desarrollo sectorial, de la industrialización, de la innovación tecnológica criolla, del papel que juega el sector informal en el mercado de trabajo, del desarrollo campesino, del problema de la baja fiscalidad pero, sobre todo, del presupuesto fundamental de que una economía que no genera mayor inclusión es un proyecto político llamado al fracaso.

Antes que un debate ideológico, la disputa sobre el modelo regional de desarrollo que requerimos es una discusión ética, fundamentalmente ética, sobre quién paga la factura de los profundos cambios sociales que Suramérica demanda.

Los desafíos que enfrenta la región, como consecuencia de la actual crisis económica, tienen que ver con sus opciones de agregar valor incluyente a sus escasas posibilidades productivas; fortalecer los mercados regionales y evitar que a través de programas de ajuste fiscal - que recortan la inversión social y aumentan los impuestos indirectos- se cometa el sacrilegio de que los pobres de ayer vuelvan a ser los pobres de siempre. Las primeras cifras sociales de los costos de la crisis, según la CEPAL, muestran que casi diez millones de latinoamericanos han regresado, durante los últimos meses, a su anterior condición de pobreza.

Frente a éste panorama inquietante pienso que lo que la región necesita es MÁS INTEGRACIÓN Y NO MENOS INTEGRACIÓN. Lo peor que podríamos hacer en estos momentos, cuando arrecian las tempestades externas, es aplicar entre nosotros la ley del sálvese quien pueda.

Esta necesaria actitud de solidaridad colectiva, que sigue el ejemplo sabio de nuestras comunidades étnicas ancestrales, es más que pertinente hoy  cuando las noticias que nos llegan del Norte no son nada tranquilizantes. Sin desconocer la importancia que tienen los Estados Unidos para la región, o precisamente por conocerla, me atrevo a vaticinar que los primeros pasos dados por el presidente Donald Trump, demuestran que los temas de la agenda interna de los Estados Unidos serán los que definan las prioridades de su relacionamiento hemisférico. En el pasado, nos resultaba fácil coincidir con prioridades de la agenda internacional de los EEUU como la lucha conjunta contra el crimen organizado o el terrorismo. Con la recién llegada administración va a resultar imposible mantener este clima de entendimiento cuando sus voceros y el propio Presidente anuncian éxodos masivos de latinoamericanos hacia sus países de origen como consecuencia  de nuevas  medidas xenófobas y racistas, la construcción de otro muro de la ignominia  –como el de Israel o Marruecos– entre México y los Estados Unidos que también marcará su frontera con América Latina, la imposición de barreras neoproteccionistas a nuestros productos en contravía de acuerdos de libre comercio vigentes y la retaliación fiscal contra las inversiones productivas norteamericanas que busquen instalarse en nuestros países. Seamos sinceros: los primeros anuncios y órdenes ejecutivas de la nueva administración de los Estados Unidos nos obligan a empezar a pensar en ella como una amenaza estratégica para Suramérica. Vamos a quedar como el campesino de Chiapas, al que le pidieron su opinión cuando se cumplía una década de vigencia del acuerdo de libre comercio de México con los Estados Unidos, y contestó, de forma muy sincera: “Estábamos mejor cuando estábamos peor”.

Esta sombría perspectiva debe servirnos para reforzar los esquemas regionales de  integración, especialmente el de UNASUR que nació y creció como un escenario político. Los países latinoamericanos, frente al gobierno del Presidente Trump no pueden caer en el síndrome del apaciguamiento del Primer Ministro Chamberlain quien aún después de que Hitler había invadido Polonia, seguía recomendando abrir un compás de espera para persuadir al Dictador de que volviera al camino de la sensatez. Se necesita una estrategia de reacción oportuna, proporcional y soberana. Y se necesita ya, mañana puede ser tarde.

Con ésta situación regional como telón de fondo, quiero contarles hoy lo que hemos avanzado en nuestro frente privilegiado de la Unión de Naciones Suramericanas.

UNASUR defiende  los principios fundamentales de la preservación de Suramérica como un oasis de paz en el mundo, la defensa de su democracia -ahora acechada por poderes fácticos- y la vigencia de los derechos humanos que juramos defender en  las Constituciones expedidas después de nuestras gestas de independencia. En los meses en que he ocupado la Secretaría General, he procurado ser fiel guardián de estos principios tutelares.

Como Secretario General y ex presidente de mi país, colaboré activamente en la construcción de los Acuerdos de Paz firmados el año pasado en La Habana que pusieron término a la pesadilla de medio siglo de violencia armada. De hecho, regreso a Colombia a apoyar éste mecanismo y contribuir al naciente proceso de paz con el ELN, que es la pieza del rompecabezas de la paz que nos faltaba empezar para la construcción de una sociedad conviviente en la cual nuestros hijos y nietos puedan resolver sus diferencias sin recurrir a la violencia.

En la búsqueda de la gobernabilidad democrática que anima todos los proyectos políticos regionales sin consideración a sus preferencias ideológicas, UNASUR ha participado a lo largo de su existencia en la sostenibilidad de una democracia que renació de las dolorosas cenizas de las dictaduras militares. Ese compromiso histórico es el que ha inspirado la presencia de 23 Misiones Electorales, 12 durante mi gestión, en distintos procesos electorales regionales. El concepto que define nuestras Misiones Electorales es el “acompañamiento”. Sus integrantes, funcionarios calificados de los organismos electorales suramericanos, están comprometidos a fondo con la transparencia y eficiencia de las elecciones, no actúan como simples observadores de las mismas.

En la Misión de UNASUR desplegada para la elección de la Asamblea Nacional en la República Bolivariana de Venezuela, comicios que ganó la oposición, tuvimos que superar el explicable -aunque no justificable- escepticismo de varios gobiernos miembros. La misma noche de las elecciones el presidente Nicolás Maduro, atendiendo la solicitud que le presentamos con el Representante Especial de la Misión de UNASUR, el ex presidente Leonel Fernández, reconoció de forma paladina el avance de la oposición en la Asamblea.

A partir de ese momento y por solicitud del gobierno de Venezuela, esta Secretaría se consagró a buscar la apertura de un proceso de diálogo, tendiente a reconciliar las fuerzas políticas, establecer una Comisión de la Verdad y la Justicia para examinar las responsabilidades derivadas de hechos recientes de violencia callejera y  solucionar institucionalmente el problema de los detenidos judiciales, preservar el equilibrio institucional de poderes y encontrar salidas inmediatas a la difícil situación económica y social, en especial los temas relacionados con la provisión de alimentos y medicinas. Con el fin de construir espacios para el diálogo, el gobierno de Venezuela, por sugerencia de UNASUR, invitó  a los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero de España,  Leonel Fernández de República Dominicana y Martín Torrijos de Panamá.

Al aceptar el encargo de diseñar y acompañar un proceso de reconciliación a través del diálogo, la Secretaría mantuvo la línea trazada por los Cancilleres de la UNIÓN en la Resolución No 2 de 2014,  que señala este camino como la mejor salida para superar los enfrentamientos que ya entonces estaban polarizando la actividad política en la hermana República. La resolución nombró una Comisión integrada por los Cancilleres de Colombia, Brasil y Ecuador, para que buscaran el diálogo. Su gestión permitió que los actores políticos  renunciaran desde entonces y hasta hoy al ejercicio de la violencia como forma de proselitismo político.

La apuesta por una salida negociada para conseguir la paz en Venezuela ha seguido durante mi gestión como Secretario,  con el decidido apoyo de la comunidad internacional, representada por los cancilleres  latinoamericanos reunidos en CELAC, Naciones Unidas y la Unión Europea. La iniciativa se fortaleció con la decisión de Su Santidad Francisco de apoyarla como un “proceso” cuya  misión sintetizó en su mensaje a todos los venezolanos en septiembre de 2014  cuando  expresó: “les animo a redoblar sus esfuerzos para que la llama de la paz… ilumine con su luz a toda la sociedad. No hay que tener miedo a la paz, a la convivencia, al diálogo. La reconciliación y la unión no son una derrota o una pérdida sino una victoria, porque quien sale ganando es el ser humano, creado por Dios para vivir en concordia y en armonía”.

Después de una serie de intensas reuniones en Caracas y República Dominicana, se llegó a una agenda tentativa que incluía aspectos relevantes como la búsqueda de la verdad y la justicia para la visibilización del dolor de las víctimas y la liberación  de los detenidos judiciales, el sostenimiento del equilibrio de poderes como base de la convivencia democrática, la definición de un cronograma electoral y la búsqueda de fórmulas para aliviar la situación social de miles de venezolanos afectados por una crisis económica que, entre otros factores, tuvo su origen en la caída brusca de los precios del petróleo. Los expresidentes y el Nuncio Apostólico tomaron a su cargo el manejo de las  comisiones en las que se dividió el trabajo con de participaban voceros del gobierno y la oposición.

La Secretaría General, a través de su Dirección de Asuntos Económicos, convocó a un grupo de notables economistas regionales, bajo la coordinación del expresidente Fernández, quienes trabajaron con el equipo económico del gobierno una propuesta  de ESTABILIZACIÓN SOLIDARIA que proponía unificar los tipos de cambio, focalizar en las personas los subsidios para la adquisición de bienes y servicios de primera necesidad que beneficiarían a millones de familias, iniciar un programa de ajuste gradual de los precios de la energía y abrir un frente común internacional para defender las posibilidades de financiamiento de Venezuela en los mercados externos de deuda y crédito. El plan complementaba la propuesta de diversificación productiva del gobierno y partía de la premisa de sostener los avances del proyecto bolivariano en materia de lucha contra la pobreza. Aunque algunas de estas iniciativas fueron recogidas en el Plan Económico del Gobierno, sigue vigente la necesidad de activar algunas de ellas.

La semana pasada, la misión de acompañamiento de UNASUR y el Vaticano se volvieron a desplazar a Caracas para acordar con el gobierno y la oposición los términos de un documento de relanzamiento del diálogo “Para la Convivencia Democrática”. El documento parte de la convicción de que, para que la propuesta camine sobre bases más firmes, el Gobierno y la oposición deben “reconocerse” entre sí y respetarse. Este reconocimiento mutuo supone que el Gobierno contribuya al pleno restablecimiento de las competencias de la Asamblea, limitadas por varios fallos del Tribunal Supremo de Justicia y que la oposición, por su parte, reconozca la legitimidad del presidente Nicolás Maduro y su derecho constitucional a gobernar hasta el final del periodo para el cual fue elegido de manera democrática. A partir de esta coincidencia se acordarían una agenda electoral, una hoja de ruta legislativa para temas sociales y económicos, y un mecanismo de seguimiento para verificar el cumplimiento de los acuerdos que resulten de esta nueva fase.

Tratándose de una política de la Unión que ha sido reiterada como tal por los Jefes y Jefas de Estado a través de sus Cancilleres,  considero que mientras no haya un cambio de  esta, UNASUR, a través su Dirección de Asuntos Políticos, debe seguir contribuyendo a su sostenimiento. Como colombiano, observo con optimismo que  mientras que el diálogo de Colombia fue un punto de llegada después de medio siglo de violencia, el de Venezuela puede ser uno de partida para que no empiece.

La Secretaría también acompañó de cerca el complejo y delicado tema de la sucesión de la presidenta Dilma Rousseff en el Brasil. Durante la etapa del juicio, expresamos nuestra preocupación por el respeto a  su debido proceso. Cuando el Congreso resolvió seguir adelante con el juicio, la Secretaría envió una carta privada a los Jefes y Jefas de Estado, poniéndolos al corriente de sus acciones y opiniones sobre el asunto. Los países miembros -en uso legítimo de su autonomía-fijaron sus posiciones a favor y en contra del fallo que removió a la presidenta. Como Secretario hubiera preferido un pronunciamiento colectivo de UNASUR que no fue posible por distintas circunstancias. Lo lamento.

Mi gestión  política también se ocupó del tema, sin precedentes en UNASUR, de asegurar la vigencia de TODOS los derechos humanos en la región. Con la ayuda de distintos organismos internacionales, entre ellos el Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos de MERCOSUR y el programa ONU-MUJERES, planteamos una estrategia de transversalización para que los derechos humanos fueran incluidos, con el medioambiente y la igualdad de género, en todos los consejos sectoriales de la Unión.  No todo el mundo sabe que, además de sus actuaciones en la defensa de principios fundamentales como la paz y la democracia, UNASUR también actúa de “manera política” a través de sus consejos ministeriales en los cuales se definen, para toda la región, agendas de políticas públicas en materia de energía, transporte, salud, finanzas, desarrollo social, educación, seguridad y otras de similar importancia.

Cuando asumí la Secretaría, dispuse que estas tareas sectoriales -fundamentales en la construcción del proyecto político regional-  fueran reagrupadas en tres Agendas de Trabajo. Una Agenda Económica orientada hacia el desafío de mejorar la competitividad. Una Agenda Social, centrada en la búsqueda de mayores espacios de inclusión que superen nuestra condición crónica de desigualdad, y una Agenda Política dedicada a la ciudadanía suramericana, que facilitara la movilidad de personas dentro de la región. Con el equipo que me acompañó en estos dos años -al que hago en este momento, con mis agradecimientos, un público reconocimiento- trabajamos para convertir estas políticas en acciones concretas de integración. Los Jefes y Jefas de Estado apoyaron este propósito de pasar de  la visión a la acción, en la Cumbre que celebraron aquí en Quito, en diciembre de 2014.

Permítanme señalar, de manera enumerativa, algunos de estos logros que llevo en la maleta de la conciencia tranquila de regreso a Colombia:

El Banco de Precios de Medicamentos es hoy una realidad en marcha gracias al diseño preparado por  la División de Tecnología de UNASUR, con el apoyo de expertos brasileños en el tema, y el Instituto Suramericano de Gobierno en Salud, ISAGS. Con este Banco, los ciudadanos podrán saber a qué precio en dólares se está vendiendo un medicamento, definido por sus principios activos, en cada uno de los 12 países. Les doy un ejemplo: si todos los estados de la región compraran tres costosos medicamentos para el tratamiento del cáncer identificados por el Banco, al precio más bajo ofrecido, se hubieran economizado US 1.000 millones de dólares.

El Manual de Manejo y Gestión de Riesgos Naturales de UNASUR ya entró en vigencia. En el futuro, los responsables del manejo de desastres naturales en los países de UNASUR podrán operar solidaria y coordinadamente para enfrentar situaciones catastróficas, como el reciente terremoto ocurrido aquí en Ecuador. Muy pronto, con apoyos internacionales como el de la UE, se abrirá en UNASUR la primera Oficina de Coordinación de Acciones Regionales para Desastres Naturales.

Agenda Prioritaria en Infraestructura. Después de la decisión de los Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno (Quito, diciembre 5 de 2014) de avanzar en la concreción de una Agenda Prioritaria de Proyectos de Infraestructura Regional a través del Consejo Suramericano de Infraestructura y Planificación (COSIPLAN) y contando con la ayuda de un asesor especial financiado por la Corporación Andina de Fomento (CAF), la Secretaría General ha comenzado a trabajar en la viabilización financiera de ocho proyectos regionales con los países que tendrían interés en los mismos. En los próximos meses tendremos lista la propuesta para crear un Fondo de Garantías que permita a los países con dificultades financieras –y con el apoyo de los más pudientes- conseguir recursos para financiar  obras de infraestructura de beneficio regional.

Políticas Alternativas de Lucha contra las Drogas. Suramérica se presentó con una propuesta unificada en la Asamblea Especial de Naciones Unidas convocada para evaluar y actualizar la estrategia de combate y prevención para enfrentar el cada día más grave tema de la lucha contra las drogas. Sin desconocer los acuerdos vigentes, afirmamos que la existencia de más de 300 millones de consumidores habituales de estupefacientes en el mundo nos obliga a valorar otros enfoques en la lucha efectiva contra ellos. Planteamos que el respeto de los derechos humanos y el regreso a la consideración del problema de las drogas como un tema de salud pública abriría perspectivas clarificadoras para reencaminar el enfoque prohibicionista. Exigimos un enfoque más comprensivo y amplio del fenómeno. Nuestras tesis fueron acogidas y aceptadas.

En el ámbito cultural, este año se organizará la primera BIENAL DE ARTE DE UNASUR en la ciudad de Buenos Aires. Así lo dispuso el Consejo de Cultura, por lo tanto, será una bienal con sabor a Sur, en la cual nuestras múltiples manifestaciones estéticas de identidad tendrán un espacio para ser reconocidas. En la misma dirección de afirmación de lo que somos se realizó, por primera vez, la Carrera UNASUR 12 K con más 8.000 participantes que nos ayudaron a tender un puente con los deportistas de la región y se lanzó la  campaña institucional SOY DEL SUR, que el Papa Francisco aceptó iniciar para relievar el orgullo que sentimos de haber nacido en este lugar privilegiado del planeta.

En este relato a vuelo de pájaro, deseo destacar el desarrollo de espacios pedagógicos, a través de los cuales hemos buscado compartir con más de 5.000 jóvenes suramericanos nuestros sueños de integración. El CAFÉ UNASUR nos permitió mantener un diálogo directo con universitarios sobre  temas hemisféricos de su interés, como el medioambiente, el empleo, la educación y la conectividad. El MODELO UNASUR, por su parte, empezó a llevar nuestro mensaje a todos los estudiantes de secundaria, replicando el exitoso programa de Naciones Unidas.

Como parte de este mismo esfuerzo de socialización pedagógica, se abrió la ESCUELA SURAMERICANA DE DEFENSA (ESUDE), para entrelazar todos los centros académicos de las Fuerzas Armadas de la región. Con el apoyo del PNUD, nació la ESCUELA DE MEDIADORES DE PAZ, que nos permitirá, como un aporte real a la paz y a la reconciliación de la región, preparar líderes suramericanos en técnicas de negociación y solución dialogada de conflictos en campos tan importantes como el de la minería informal, tierras, derechos étnicos y acceso a servicios públicos.

Durante este periodo 2014–2017, también se logró potenciar la institucionalidad de instancias como el Centro de Estudios Estratégicos de Defensa (CEED) y el  Instituto Suramericano de Gobierno en Salud, ISAGS, que de ahora en adelante unificarán procesos con la Secretaría General, lo que permitirá una mejor optimización y coordinación de sus trabajos.

Finalmente, aquí mismo, en la Sede de la Mitad del Mundo, nació la “Academia de Academias Diplomáticas Suramericanas” que, como un gran ágora, preparará una nueva generación de diplomáticos que representen los intereses de sus países en la región y en el mundo.

El reto de una comunicación directa y persuasiva ha sido complementado con nuestra  promisoria incursión en el mundo complejo -y para los de mi generación, un poco confuso- de las redes. Gracias a nuestra nueva infraestructura tecnológica, la marca UNASUR se ha hecho presente con plataformas digitales para procesar actas, seguir proyectos de infraestructura, sistematizar precios de medicamentos y, en un futuro próximo, ofrecer apoyos consulares a todos los ciudadanos suramericanos.

Por supuesto, no han faltado esfuerzos para dejar una que otra huella “tradicional” en libros, publicaciones y documentos hoy procesados en el Centro Eduardo Galeano, que funciona en esta sede, al lado de la Biblioteca Gabriel García Márquez, nuestra fábrica de sueños. Por la Biblioteca han pasado en estos dos años cientos de niños y jóvenes de nuestro vecindario que han enriquecido su imaginación disfrutando de la magia de los libros y el cine.

Aunque sé que ya muchos de ustedes estarán diciendo que no hay nadie más elocuente que quien se está despidiendo, permítanme una última referencia a lo que ha sido la tarea, heroica pero emocionante, de poner en marcha la imponente Sede que hoy nos acoge y que ha sido, con razón, distinguida con varios premios que la califican como el eco-edificio más funcional de las últimas sedes multilaterales construidas en el mundo. El sueño de tener  casa propia se hizo realidad por la generosidad del presidente Rafael Correa quien -como lo demuestran las autopistas,  hidroeléctricas, hospitales y universidades construidas durante su gobierno- no cayó en la trampa paradójica, muy latinoamericana, de ser grande para las cosas pequeñas y pequeño para las cosas grandes. Este edificio es una excelente prueba de ello. Inaugurado en diciembre de 2014 gracias al excelente equipo de trabajo liderado por  Yuri Chillán, la entregamos dotada de todas las facilidades tecnológicas, con sus  salones emblemáticos que evocan a Pablo Neruda y los Libertadores Simón Bolívar, José de San Martín, Antonio José de Sucre y Juana Azurduy de Padilla. Dispone de 15 Salas de videoconferencias en las cuales, hasta el momento, se han celebrado 429 reuniones virtuales. Desde su apertura, la sede ha recibido 23.738 visitantes, entre ellos nuestros vecinos de San Antonio de Pichincha. Personas de toda la región han venido aquí a hablar de solidaridad, de soberanía, de competitividad, de participación ciudadana. En este espacio impregnado de la magia cósmica de los equinoccios y del arte del maestro Guayasamín, se han conciliado  diferencias y sumado  coincidencias buscando,  como los buenos alquimistas, la receta que nos lleve a la integración verdadera. El que viene a la sede de la Mitad del Mundo tiene que dejar sus egoísmos en la puerta. No ha faltado, por supuesto, quienes hayan codiciado este espacio para destinarlo a otras tareas. A ellos quiero decirles que los entiendo, que tienen razón en querer trabajar en un sitio donde estarían tan contentos como lo estamos nosotros. Y todo esto lo hemos conseguido sin afectar los recursos del organismo, como se puede comprobar en la auditoría que hoy entrego.

El último año de mi mandato puse todo mi empeño en sacar adelante una iniciativa que debe convertirse en la piedra angular del proyecto político futuro de UNASUR. Se trata de la propuesta de CIUDADANÍA SURAMERICANA. El concepto de ciudadanía se asocia, desde hace mucho tiempo, al de ciudad. Ser ciudadano es, de alguna manera, ser de alguna parte. Como una  comunidad que comparte raíces, luchas emancipatorias, manifestaciones étnicas, folclor y lengua, los 420 millones de suramericanos son, por derecho propio, ciudadanos de Suramérica. Así lo siente el 63% de ellos, cuando señalan que si tuvieran que moverse de donde hoy viven,  lo harían dentro de la región. Este deseo colectivo confirma a Suramérica como la Casa Grande, la casa de los abuelos, de la cual  salimos y a la cual algún día volveremos. 

También se habla de la ciudadanía como titularidad de unos derechos, los derechos  que ostentan quienes viven en un sitio, en este caso, Suramérica. El derecho a nacer, vivir, trabajar, estudiar,  conocer, retirarse y morir en alguna parte. La reciente ley de movilidad humana expedida aquí, en Ecuador, es un buen ejemplo de la reglamentación de los derechos que debe tener todo ciudadano suramericano, por la sola y simple circunstancia de vivir en su territorio.

Finalmente, está la ciudadanía como factor de  integración. La integración de los países no solo se refiere a la movilidad de cosas, mercancías, capitales o servicios, entre ellos, también debe incluir a las personas. Como países en desarrollo, somos víctimas de la cruel paradoja de una globalización que pregona como  dogma la libre circulación de la tecnología, de los bienes y servicios, de los flujos de capital, pero condena como una herejía la circulación de las personas. Esta criminalización de la movilidad humana ha llevado a aplicarles a los migrantes –cuyo número no supera el 5% de la población total del planeta- tratamientos punitivos, xenófobos o simplemente degradantes, como si ellos fueran los responsables de los fenómenos políticos, naturales o económicos asociados a su migración forzosa o  voluntaria.

A través de la construcción de este concepto de ciudadanía, donde los migrantes dentro de  fronteras amigas reciben el tratamiento de ciudadanos regionales, UNASUR levanta la bandera de una política más humana que otorgue  a todos los migrantes el tratamiento de ciudadanos del mundo. Estoy seguro de que el nuevo Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres será sensible a este cambio de perspectiva.

Como acciones concretas de este esfuerzo por construir una ciudadanía regional, podemos señalar la concesión del permiso de trabajo de MERCOSUR, convertido hoy por su extensión a todos los países asociados, en una visa regional que  favorece a casi un millón de suramericanos. Es cada día más frecuente la utilización de los documentos nacionales de identidad para circular dentro de la región como buen antecedente de lo que muy pronto será el pasaporte suramericano. La Secretaría también está trabajando, a través del Consejo Suramericano de Educación, en la creación de un  gran espacio de movilidad académica en educación superior, que permitirá que un estudiante ecuatoriano siga sus estudios en Argentina, un profesor brasileño enseñe en una universidad colombiana o cualquier profesional de la región, a través de la homologación de su título,  ejerza su profesión en un país distinto al suyo sin limitación alguna. El proyecto también contempla la activación de una plataforma, PACSUR, de protección consular de los suramericanos, a través de la RED consulados que tienen hoy los países miembros en todo el mundo.

El manejo de la coyuntura regional exige una clara definición de los niveles, tiempos y responsabilidades de UNASUR frente al establecimiento de relaciones en un contexto internacional cada día más complejo e interdependiente. Para acometer esta tarea, la Secretaría trabajó con el equipo de funcionarios diplomáticos designados por los países de la Unión, que han sido un soporte valioso para el avance de las agendas sectoriales y transversales. Espero que este aporte siga y se fortalezca en el futuro con la presencia de representantes de todos nuestros países.

UNASUR necesita una estrategia de relacionamiento externo que organice sus prioridades de acercamiento a otros países y organismos multilaterales. Esta política  no debe ser incompatible con la de los estados miembros. La norma que debe regir los acercamientos bilaterales e internacionales es la del regionalismo abierto en lo económico e integración política en lo regional. La primera prioridad es el acercamiento con otros mecanismos subregionales de integración como la COMUNIDAD ANDINA, MERCOSUR, ALADI, ALBA, OTCA y la ALIANZA DEL PACÍFICO. Si no somos capaces de integrarnos con nuestros vecinos, menos lo podremos hacer con los de  regiones más distantes. Conscientes de esta necesidad, organizamos SEIS MESAS DE CONVERGENCIA, a las cuales asistieron  los representantes de estos mecanismos. De estas sesiones de trabajo resultó una “matriz de convergencia” que recoge, puntualmente, los temas en los cuales podemos coincidir sumando fortalezas, los que debemos eliminar por redundantes y los que tendrían que ser asumidos por cada proceso en nombre de todos. Este ejercicio emocionante derivó en iniciativas concretas de acción, como la extensión del permiso de trabajo de MERCOSUR a toda la región, la generalización de la visa de turismo andina, el acuerdo para que el Instituto de Derechos Humanos de MERCOSUR actúe como  organismo de cooperación técnica regional en el diseño de políticas de derechos humanos y la posibilidad de desarrollar mecanismos de solidaridad colectiva para grandes proyectos de inclusión, similares a experiencias como la de PETROCARIBE. La “matriz de convergencia” es el punto de partida para “integrar la integración” de Suramérica.

El segundo nivel de relacionamiento internacional se refiere a la integración con nuestros primos del Caribe y Centroamérica. Es cierto que CELAC se ha convertido, de alguna manera, en el sitio de encuentro de todos los países de América Latina, llegando a ser, como bien la define el presidente Rafael Correa, una OEA sin Canadá y los Estados Unidos. Pero también es cierto que hoy más que ayer necesitamos un escenario que nos permita iniciar acciones concretas para integrarnos de manera más efectiva.  La extensión de nuestros esfuerzos de convergencia hacia Centroamérica y el Caribe, en coordinación con la CELAC, podría llenar este vacío. La urgencia de este esfuerzo parece ser evidente como contrapeso de los vientos huracanados que nos comienzan a llegar del Norte.

El Sur-Sur es el tercer nivel. El mundo va hacia el Sur y el Sur es nuestro territorio amigo. Así lo muestran las cifras de comercio e inversión y el mapa de los nuevos equilibrios multilaterales. Así ha quedado, también, demostrado en las reuniones interregionales de los últimos años con los países africanos y asiáticos, en las cuales UNASUR tuvo, a través de esta Secretaría, una muy activa participación. Este relacionamiento incluye, por supuesto, a la China como un socio especial del Sur Global. Mientras la Presidencia Pro Tempore de UNASUR debe mantener el relacionamiento político y diplomático con estos hermanos planetarios del Sur, la Secretaría debe profundizar su relacionamiento con sus voceros institucionales.

El cuarto nivel es el multilateral. Nuestra región no puede cerrar los ojos a un mundo que se globaliza rápidamente en función de bloques regionales. En ese nuevo juego internacional por regiones tenemos que estar presentes. La mejor forma de empezar a hacerlo es estrechando nuestros vínculos con el Sistema de Naciones Unidas. Con este propósito, en los últimos años trabajamos en la definición de un ACUERDO MARCO con la Secretaría General de la ONU, que servirá de carta de navegación para los proyectos futuros que emprenda UNASUR, en los cuales participen organismos del Sistema de Naciones Unidas. Hasta el día de hoy hemos tenido excelentes experiencias en proyectos conjuntos relacionados con la gestión de desastres naturales, migraciones, igualdad de género, derechos humanos y políticas alternativas de lucha contra las drogas.

No podría terminar esta referencia a la política internacional de la Unión sin hacer una breve alusión a las fronteras. Con el tiempo, las ventajas y problemas de la integración se han ido desplazando hacia las fronteras. Por difíciles que sean las circunstancias que se viven en estas últimas, el mejor recurso para manejar las diferencias bilaterales que se expresan en las zonas limítrofes no es el de cerrarlas. Debemos cambiar la realidad de una región que se abre hacia afuera mientras permanece cerrada hacia adentro. Por esta razón, propongo que cualquier decisión de cierre de fronteras sea antecedida por un proceso institucional de consulta que evite recurrir a la medida extrema de levantar muros entre ellas. La posibilidad de cierre, solo debería ser utilizada en momentos críticos, y ser reemplazarse con soluciones que fortalezcan la binacionalidad, como gabinetes, comisiones de buena vecindad y esquemas compartidos de seguridad.

En síntesis, señores cancilleres y amigos, UNASUR debe estar preparada para adelantar una política externa coherente con sus prioridades y sus agendas de trabajo. En momentos en que el mundo renuncia a los bipolarismos ideológicos y al multilateralismo caótico para organizarse a través de acuerdos interregionales, UNASUR debe estar lista para asumir, en nombre de Suramérica, esta tarea crucial desde la visión del Libertador Simón Bolívar, cuando escribió su famosa Carta de Jamaica, a la cual dedicamos el Primer Congreso UNASUR de Historia el año pasado.

Como ha sido constante en mi carrera pública, también en el desempeño del cargo de Secretario General de UNASUR, tuve siempre presente a la gente, la gente necesitada de Suramérica. Esos “nadies” de que habla Eduardo Galeano, de quien presentamos ayer un libro maravilloso:

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas sino dialectos.

Que no hacen arte sino artesanía.

Que no practican cultura sino folclor.

Que no son seres humanos sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

A todos esos nadies suramericanos les dedico el esfuerzo que les he presentado hoy.

 

Muchas gracias y recuerden: TODOS SOMOS UNASUR.

 

mercosurabc