Brexit. El pasado le ganó al futuro

Cumpliendo con una promesa, el premier británico David Cameron convocó a un plebiscito no vinculante para que los electores del Reino Unido se pronunciaran por la salida o la permanencia en la Unión Europea o la salida de ésta, lo que vino a llamarse el Brexit o Bremain. Una particularidad es que el voto en favor de salir de la UE se incrementó en los mayores de 65 años, al punto de duplicar, la tasa de apoyo al proyecto europeo, de entre 28 y 24 años. El pasado le ganó al futuro.


Cameron puso en juego todo su capital político, pero no sólo eso, como jugando a una ruleta rusa virtual, puso en juego el futuro de su país.

Cierto es que siempre debe escucharse a la ciudadanía y se debe obrar respetando el interés de las mayorías, pero no menos cierto es que no se puede gobernar contentando a todos y si el Primer Ministro creía que lo que el Reino Unido debía hacer es permanecer dentro del proyecto europeo, actuó con irresponsabilidad. El país ya contaba con una relación especial dentro del bloque, en el que no participa del euro ni del acuerdo de Schengen, el paso que ha decidido el pueblo británico es un salto al vacío.

A tal punto es la situación que se ha generado con el Brexit que debe iniciarse un proceso previsto pero nunca desarrollado en el ámbito de la UE por el cual el Estado miembro negocia con las instituciones europeas y los otros socios del proceso, cual será el procedimiento por el cual se desconectan del proyecto integrador. Esta negociación será de interés de todos quienes analizan este tipo de entidades supranacionales, puesto que por los años de existencia y el nivel de integración alcanzado, la Unión Europea siempre ha sido un modelo utilizado como referencia de las propias construcciones integracionistas.

Más allá de las consecuencias a mediano y largo plazo que esta decisión pueda provocar, tanto para la Unión Europea como para el Reino Unido, hay cuestiones del corto plazo que vale la pena analizar con detenimiento.

En primer lugar, y atendiendo a la cuestión regional, se debe tomar nota de que el caso británico no es más que un caso que se concretó pero del que se pueden encontrar indicios en muchos de los países del eurogrupo, por lo que resulta trascendental debatir acerca de qué Europa se va el Reino Unido y qué Europa construirán los restantes 27 Estados miembros, que quizás no sea para 27. Evidentemente la Unión Europea ya no daba respuestas a los requerimientos británicos, pero tampoco el Reino Unido satisfacía a Europa porque en una espiral descendente, ninguno de los actores encontró vías de acción para evitar el Brexit.

En consecuencia, esta debe ser una llamada de atención para los ‘grandes constructores europeos’ de rever si la Europa que se está construyendo es la Europa que los ciudadanos quieren que se construya, que la participación electoral de la ciudadanía descienda elección tras elección al Parlamento Europea en cada una de las ocho elecciones realizadas y que en la última realizada sea de más de un 32% menor a la primera, es un dato contundente de la lejanía de las instituciones europeas del ciudadano europeo.

En segundo lugar caben analizar las circunstancias particulares del voto británico, y al respecto son de mencionar dos grandes particularidades. La primera de ellas es que mientras en Inglaterra y Gales se votó mayoritariamente en favor de la salida británica de la UE, tanto en Irlanda del Norte como en Escocia se votó masivamente en favor de permanecer en el bloque europeo. Esta situación provocó un quiebre al interior del Reino Unido y un pedido de referéndum de ambos países, deseosos de seguir dentro del proceso de integración, para escindirse de sus socios británicos.

Otra particularidad es que el voto en favor de salir de la Unión Europea se incrementaba en los mayores de 65 años, al punto de duplicar, la tasa quienes apoyaban el proyecto europeo, que tienen entre 28 y 24 años. Es decir, quienes más convivieron con la Unión Europea a partir de la adhesión británica y que pueden sopesar las dos realidades creen que se debe salir de ella, mientras que quienes vivieron toda su vida en ella, pero tienen mucha más vida por delante, apoyaron el proyecto europeo. El pasado le ganó al futuro.

Situación similar se encuentra si la variable a considerar es nivel de educación alcanzado, puesto que en aquellos ámbitos en los que la ciudadanía obtuvo mayor calificación educativa el apoyo al Bremain fue mucho más amplio que en las zonas de menor calificación, situación que se reproduce al considerar las calificaciones sociales británicas, pues el Brexit se fortaleció en las zonas de menor poder adquisitivo.

Estas cuestiones deben tenerse en cuenta a la hora de analizar la relación de la UE para con sus ciudadanos puesto que exponen claramente que el proyecto europeo no llega a todos porque no es lo mismo ser un trabajador manual de escasa formación, con el cual compiten, fundamentalmente, los ciudadanos de los países de la ex Europa del Este, que ser un joven participante del programa Erasmus para quien Europa significa un universo de oportunidades y no una amenaza. Esto se refleja, además, en que en aquellas circunscripciones en donde hay mayor población inmigrante, y por ende mayor interacción con Europa, el apoyo al Bremain fue predominante.

Europa debería tomar nota de todas estas enseñanzas para evitar que se genere un efecto dominó en el que otros Estados, de los 27 restantes, procuren seguir el camino británico para salir de la UE. Pero quizás la mejor enseñanza que se puede sacar es que el voto en favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea coincide, casi de manera calcada, con el voto en favor de UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido, UKIP por su nombre en inglés) en las elecciones locales.

El UKIP se puso al frente de la campaña por el Brexit, y la salida del Reino Unido de la Unión Europea es la política sobre la que se construyó el ‘euroescéptico’ UKIP, entonces a partir de este antecedente las instituciones europeas deberían seguir de cerca el accionar y la performance de partidos tales como el Frente Nacional francés, el Interés Flamenco belga, la Liga del Norte italiana, el Amanecer Dorado griego o el Partido de la Libertad austríaco, porque ahí está el germen de lo ocurrido en el Reino Unido y esto da una gran certeza de realización de propuestas radicales que hasta muy hace muy poco parecían poco más que discursos grandilocuentes y populistas.

El Reino Unido y la Unión Europea deberán negociar a partir de ahora los pasos a seguir para la salida del proceso de integración tras 33 años de ser parte del mismo. El Reino Unido además deberá analizar internamente cómo se resuelve el interés escocés y norirlandés de escindirse del reino para poder seguir siendo parte de la UE. Por otro lado, la Unión Europea deberá tomar nota de lo acontecido y mejorar sus políticas para los ciudadanos y la comunicación con éstos, para que no avancen las ideas euroescépticas y los partidos que las representan.

El pasado 23 de junio el pasado le ganó al futuro. De los constructores de la Europa comunitaria depende que, como desde el 23 de julio de 1952, Europa vuelva a construir futuro. Hoy ya no hay líderes de la talla de Konrad Adenauer, Joseph Bech, Johan Willem Beyen, Winston Churchill, Alcide de Gasperi, Walter Hallstein, Sicco Mansholt, Jean Monnet, Robert Schuman, Paul-Henri Spaak o Altiero Spinelli, ojalá los líderes actuales puedan, al menos, dar la talla.

 

* Licenciado en Ciencia Política.

eduardorivas07@gmail.com, @eduardorivas07

Eduardo Rivas